Este fin de semana pasado he tenido la ocasión de pasear por un pequeño valle situado en la muga entre Álava y Burgos. El lugar se denomina El Juncal por una razón clara: se trata de un humedal en medio de un bosque mixto de pino, encinas y quejigos donde aflora el agua de esta sierra con manantiales que siguen vivos a pesar de la chicharrina de julio. Forma parte del itinerario del GR 85 (sendero de Gran Recorrido) ,en la tercera etapa que va desde Quincoces de Yuso hasta Quintanilla de Montecabezas. Precisamente, salimos desde este pequeño pueblo para ver el valle.
Tras un ascenso fácil por una pista forestal donde hay que pararse a cada momento para disfrutar de los olores del orégano, la madreselva, o el brezo, y el vuelo de las mariposas o los saltos de los saltamontes, se llega a Peña Blanca y desde aquí en menos de 5 minutos alcanzamos las primeras praderas y los abrevaderos y manantiales de El Juncal. Allí nos topamos con una manada de vacas que nos miraban como solo ellas saben mirar. Una se estaba comiendo un gran trozo de plástico que no hubo manera de que soltara a pesar de los gritos que tuvo que oír. En un cruce, una de las reses pegó un respingo al vernos. Fue un gesto gracioso, como cuando se le da un susto a una persona y da un salto. Un gesto humanizado. Alguien comentó que esa vaca había visto al lobo. Esta es zona de campeo del gran mamífero. Prueba de ello es que muy cerca hay una excelente lobera, la de