Cada vez ue se estudia profundamente alguno de los grandes edificios de Vitoria construidos a principios de siglo, aparece la figura de Julián Zulueta como el artífice de la fortuna ue los hizo posible. Ha ocurrido con los estudios de Ana Arregui y Edurne Martín sobre la actual sede del Museo de Bellas Artes, el palacio Augustin-Zulueta, en los ue ha uedado claro ue fue la herencia de su hija Elvira la ue permitió la construcción del mejor edificio de la ciudad Hay una visión local sobre este gran personaje alavés, ue ostenta el título de primer Marués de Álava, pero es importante conocer el punto de vista cubano. Hay nuevos documentales sobre su figura y esta es una biografía hecha en Cuba ue aporta datos interesantes sobre su fortuna y cómo comenzó una transferencia de capitales a la metrópolis personalmente. También se cuenta ue llamó Álava a su principal ingenio productor de caña de azúcar y ue estuvo en la cárcel por su persistencia en traer esclavos de forma ilegal.
Biografía hecha desde Cuba
Julián Zulueta y Amondo (1814-1878). Uno de los máximos exponentes del capitalismo en Cuba, hacia finales del siglo XIX, posición que alcanzó como almacenista de víveres, tratante de esclavos y culíes chinos, con ingenios y acciones en ferrocarriles.
Nació el 9 de enero de 1814 en la aldea de Anúcita, provincia de Álava (comunidad autónoma del país vasco). Hijo del labrador Domingo Zulueta y de Manuela Estefanía Amondo. Después de recibir una educación elemental en Vitoria (España) se trasladó a Cuba, a principios de la década del 30, en búsqueda de prosperidad económica. En la Isla contaba con un tío, Tiburcio Zulueta y Salcedo, comerciante y propietario de dos plantaciones de café en Matanzas. La rápida prosperidad que alcanzó Zulueta en la década del 30 se debió, además del apoyo de su tío, a sus relaciones con el mercader y familiar suyo, Pedro Juan Zulueta Ceballos, radicado en Londres, a quien representó en La Habana e influyó para su avance como tratante de esclavos. Desde finales de la década del 30, se interesó en la trata, para lo cual también se valió de su relación con Salvador Samá y Martí, luego marqués de Marianao, con quien estableció una sociedad para el negocio negrero, y con cuya sobrina, Francisca Dolores Samá y Mota, se casó el 1o de octubre de 1842. Al mismo tiempo, su habilidad como comerciante le hizo acreedor de la confianza de su tío, cuyos negocios ya atendía en 1837, llevándole, entre otros asuntos, la contabilidad. Al hacer su testamento Tiburcio Zulueta (1837), dejó constancia que, aún sin tener 25 años su sobrino, era muy inteligente en el manejo de sus intereses, por lo que lo hacía acreedor de administrar su herencia. A su muerte, en 1841, fue nombrado albacea tenedor de sus bienes. Ante las presiones inglesas y el encarecimiento de los esclavos africanos necesarios para la producción de azúcar y café, propuso a la Junta de Fomento, en 1846, un proyecto destinado a traer chinos desde el puerto de Amoy, en la actual provincia de Fujian, en las cercanías de la isla de Taipei. Por cada asiático traído por intermedio de Zulueta, la Junta se comprometía a pagar 170 pesos. En 1844 compró tierras en Banagüises, actual provincia de Matanzas, a unos 120 kilómetros al oriente de la capital del país, y, en 1845, adquirió un ingenio pequeño, El Regalado, que modernizó bajo la denominación de Álava, el primero de los cuatro que construiría en ese territorio. Hacia la década del 50 se le consideraba uno de los principales representantes de la trata esclavista en Cuba, que venía practicando desde los años 30, lo que originó que en 1853, ante las presiones inglesas, fuese detenido por el capitán general de la Isla y conducido al Castillo de San Carlos de la Cabaña, donde debió permanecer durante 41 días. Escándalo que no impidió su desempeño como cónsul primero del Tribunal de Comercio. El peso creciente que logró en lo económico, influyó para que adquiriera representación política, como miembro del partido integrista español. En 1854, durante una de sus estancias en España, formó parte del grupo de peninsulares reformistas que reclamaron una representación insular en las Cortes, anulada desde el año 1837. Desempeño político que extendió al Cabildo de La Habana, donde alcanzó el cargo de regidor en 1860. Además del comercio, donde tenía un almacén de víveres desde la década del 30, en la calle Oficios no. 66, situado frente a la Plaza de Armas de La Habana, multiplicó sus intereses hacia otras áreas, como la de la manufactura azucarera, desde 1844, y las de ferrocarriles, donde tuvo acciones en diferentes sociedades. Entre los inversionistas del ferrocarril, Zulueta pertenecía al grupo de los comerciantes españoles, junto con Salvador Samá, Manuel Parejo, Rafael Rodríguez Torices, Manuel Pastor y José Moré. Tuvo acciones en los ferrocarriles de Coliseo, Cárdenas & Júcaro, y en el ferrocarril urbano de Marianao, del cual fue elegido director de su junta. Simultáneamente con su progresión económica estuvo su avance en el campo de la política. Una vez logrado su cargo de regidor en 1860, se desempeñó en la Comisión de Ornato Público, presentó una reforma de la calzada de Jesús del Monte, tuvo participación en lo relacionado con la demolición de las murallas de La Habana (1863) y, en 1870, se le nombró interinamente alcalde gobernador civil. Influencia política que alcanzó también en los círculos del liberalismo en la península, en lo cual medió su yerno, Francisco Romero Robledo, quien se desempeñó como ministro de Fomento, de Gobernación, en varias ocasiones, y de Ultramar. Salvador, otro de los hijos de su primer matrimonio, casó con la hija de uno de los prohombres del liberalismo en la metrópoli, Cristino Martos, alcalde de Madrid. Al estallido de la Guerra de los Diez Años, en 1868, se desempeñó como coronel de voluntarios, jefe del Segundo Batallón del Regimiento de Milicias de la plaza de La Habana. Además, de participar, desde su misma fundación, en el Consejo Administrativo de Bienes Embargados, destinado a la confiscación del patrimonio de los revolucionarios incorporados a la guerra en los campos cubanos. Su intervención en la lucha contra los independentistas cubanos, no le impidió, junto con miembros del grupo integrista insular, gestionar, ante el gobierno surgido de la Revolución de 1868 en España, el status autonómico para la Isla, mediante la aplicación de una política de reformas moderadas. En 1869 se unió a la llamada Junta Cubana, surgida a partir de la iniciativa de Manuel Calvo y Aguirre, con quien tuvo comunidad de intereses y participación en la Compañía de Navegación Trasatlántica, vinculada al pingüe negocio del traslado de tropas desde España a la Isla. Propició el trasvase de parte de sus capitales a la península, en los difíciles años de la guerra. Hacia 1870 fomentó dos industrias: la fábrica de harinas Río Zadorra, en el pueblo de Manzanos, provincia de Álava, a un costo de más de 3 millones de pesetas, y otra de tejidos La Guipuzcoana, en el pueblo de Andoain, Guipúzcoa. En 1873 fue nombrado presidente de la Junta Delegada de Hacendados, institución en cuya representación le planteó al capitán general que la abolición de la esclavitud sin la sustitución de otros brazos, sin leyes de organización del trabajo, sin autorización para introducir trabajadores, significaba declarar la muerte por consunción a Cuba. Hacia esa última fecha, tanto sus relaciones políticas en la Isla como en España, junto al caudal que poseía, un patrimonio de 103 millones de pesos, le situó como poseedor de una de las mayores fortunas de su tiempo a nivel mundial. En su condición de inversionista azucarero en Matanzas, al este de la capital, estableció almacenes en el puerto de Cárdenas, para facilitar —a menos costo para él— la salida de la producción de sus cuatro ingenios, además de instaurar una destilería con la cual evitar la merma de las mieles que embarcaba. En 1875 fundó una línea de transportes marítimos que unía Habana-Cárdenas-Caibarién, lo que lo llevó a la adquisición en Escocia de una de las embarcaciones de vapor para el comercio de cabotaje. Poco antes de morir, comenzó a poner en práctica un proyecto destinado a construir un gran centro comercial en los terrenos situados en la manzana número 16, en las calles Monserrate y Zulueta, y Neptuno y San Rafael, frente al Parque Central, en Centro Habana. A su muerte en La Habana (1878), sus herederos vendieron a José Gómez Mena, conocido hacendado azucarero cubano, el establecimiento del centro comercial, conocido posteriormente como Manzana de Gómez. Por Real Despacho de 23 de julio de 1875 se le concedieron los títulos de marqués de Álava y vizconde de Casablanca. Además, de haber sido condecorado, con anterioridad, con las cruces de Isabel la Católica y Carlos III.