El mercado medieval de Vitoria, como tantos que se instalan en tantas ciudades, es como vivir una película con su decorado, su atrezzo, sus actores y su guión. Todo parece una gran mentira divertida, una ilusión para que corran los cuartos y dinamicen el Casco Viejo, el corazón de Vitoria, tan necesitado de oxígeno. La crisis, sin embargo, se ha aliado con el mal tiempo para hacer de esta edición, la undécima, ” la más dura de todas”. Hay también un gigantesco esfuerzo de los más de 800 mercaderes, actores y personal laboral que mueve el evento. Creo además que hay una historia humana detrás de cada parada, de cada puesto, que no se ve en la película. Hay que ponerse unas gafas de realismo para verlo. Pero creon que la gente se mueve porque va a pasar el rato, a divertirse y no está para historias.
Tuve la ocasión de conocer a dos viejos artesanos. Uno elabora escriños, que son esos cestos, hechos de paja de centeno y mimbre, que aparecen ya en las tumbas egipcias. Nunca había oído ese nombre, escriño, como el del artesano, Acindino, nacido en Palencia pero ciudadano vitoriano. Frente a ellos, hay que poner las orejas y dejarse mecer por sus viejas historias, por la importancia que ha tenido para la humanidad este ejemplo de invento práctico. Acindino ya mayor transmitía alegría.
Todo lo contrario que el otro artesano. Santiago, de Mota del Cuervo, en Toledo. Tambíen produce un objeto que ha acompañado a la humanidad muchos siglos, el esparto y todo lo que da de sí. Este estaba deseperado y triste. “Vienen, ven, les gusta mi trabajo, pero nadie compra”. El esparto es un producto natural y todo lo que sale de las manos de los artesanos tiene ese aire antiguo, pobre, pero auténtico.A mi me gusta y me traer recuerdos familiares. Santiago habló de los baleos peludos, la alfombrilla que se utilizaba en la edad media para no tener que pisar los suelos de tierra. Hacía verdaderas esculturas de animales y objetos prácticos de todo tipo. Bellos por su sencillez.
Santiago comentó que tenía ganas de echar el esparto lejos de su vida. Es un mundo sin continuidad, que se acaba. Esos objetos ya no sirvenp. Si el abandona todo su conocimiento, su veteranía, su ingenio, desaparecerán. Cuando muere un agricultor desaparece una biblioteca. Cuando desaparezcan estos personajes, buscaremos en la arqueología y haremos tratados de estos materiales y sus artesanos. Pero no encontraremos el alma de los que los trabajaron con sus manos. Se habrá ido.e