Muchos agricultores los consideran una plaga. Pero son sin duda uno de los símbolos del nuevo campo alavés. Menos presencia humana y más corzo y jabalí. Sin depredadores (el lobo no tiene tanta presencia como la que se quiere hacer ver) campan a sus anchas y pueden ser un problema económico para la agricultura y de seguridad para las carreteras. Pero, por favor, no se deje llevar por el síndorme ‘bambi’, ese que nos hace olvidarnos de que la naturaleza tiene sus reglas.Un corcino será un corzo de mayor y hay que respetar su desarrollo y no interferir ni salvarlos de las garras de los depredadores, ni de los cazadores por supuesto. Si se encuentra un corcino oculto y solo entre la hierba, no lo recoja. No está abandonado y si se lo lleva puede morir. Así lo recomienda el departamento de Medio Ambiente de la Diputación foral de Álava.
La compasión por los animales abandonados puede llevar en ocasiones a dañar a la propia naturaleza. Así ocurre con los corzos y sus crías. Esta especie, muy extendida en Alava, se defiende de sus depredadores huyendo a la carrera. Los primeros meses de vida, los corcinos son demasiado débiles para correr y ponerse a salvo. Por ello se ocultan entre la hierba o la maleza, permaneciendo inmóviles. Las manchas blancas ayudan a que sean más miméticos. Periódicamente las corzas se acercan para darles de mamar y limpiarlos escrupulosamente, para que no emitan ningún olor que pueda atraer a sus enemigos.
Si un ciudadano encuentra una cría solitaria no se debe recoger porque no está abandonada. Su madre siempre está cerca, observándolo y le protege. Tampoco debe tocarlo porque puede impregnarse de nuestro olor y su madre puede abandonarlos. Lo que sí debe hacer es alejarse de la zona cuanto antes.
Además, muy pocos cachorros de corzo sobreviven al cautiverio y los que lo hacen pierden el miedo a los humanos por lo que nunca pueden ser puestos en libertad. También se corre el peligro de ser atacado por un ejemplar macho, un animal territorial que se vuelve muy peligroso contra quienes invaden su territorio. Hay que esperar. A partir de la tercera semana un corcino ya es capaz de andar y acompañar a su madre. En fin, hay que dejar que la naturaleza siga su curso.
El mejor consejo es alejarse de la zona. Marta Ruiz, diputada de Medio Ambiente, recomienda «ponerse en contacto con los guardas de la Diputación, con los responsables de los parketxes o con el Centro de Recuperación de Mártioda».
Ya son cuatro los casos en los que alguien, con su buena intención equivocada, ha recogido a la cría. Dos de ellas tuvieron que ser enviadas a Sendaviva, una al refugio de Basondo y otra al parque de Karpín. Pero las opciones de estos animales serán mínimas. No suelen sobrevivir mucho tiempo, y si lo hacen, lo harán en la cautividad. Por creer que le hacemos un favor los hemos condenado