El Gobierno vasco ha elaborado un catálogo de calles, escudos y monumentos que a su entender ensalzan el régimen franquista y por lo tanto hay que eliminarlos cuanto antes, aunque deja la decisión a las “instituciones públicas”. Tras la aprobación de la Ley de Memoria Histórica impulsada por Rodriguez Zapatero se ordenan en Euskadi dos trabajos de catalogación. Uno que estudia 41 municipios con el 75% de la población y otro que no se ha iniciado todavía en el resto. Uno de los datos sobresalientes, relacionado con Vitoria es el nombre de 13 calles con nombres de personas o lugares relacionados de una u otra forma con el régimen. Me gustaría saber quién pone límites a esta lista porque veo que uno de los lugares ‘franquistas’ es la plaza de España’, foro que ha tenido al menos una docena de nombres, entre ellos de la República, o plaza Nueva. Se puede considerar que el nombre fue decidido por alcaldes franquistas, pero la palabra España es ¿franquista? y tiene un significado ¿fascista?. Que se lo pregunten a los fusilados republicanos que llamaban invasores de España a las fuerzas nacionales. Leo también que se refieren a la calle Ramiro de Maeztu. Al margen de que fuera fusilado por filofascista se trata de uno de los más grandes escritores vitorianos y periodistas de todos los tiempos, miembro de la generación del 98 como Baroja, Unamuno. Leo Portal de Villarreal como va urbana también vinculada al régimen. Antes que Legutiano y que Legutio fueran oficialmente el pueblo de Villarreal , ese pueblo se llamaba así y esa calle reconvertida en carretera va hacia allí. ¿Es por la famosa batalla?. Murieron más republicanos y nacionalistas que ‘supuestos soldados franquistas’. ¿Dónde hay un recuerdo a esos combatientes además de en el monte Albertia? Leo también José Lejarreta, un gran alcalde de Vitoria por muy franquista que fuera. No me voy a detener en otros nombres sobre los que no puedo precisar sus biografías. Pero hay una referencia al franquismo de Pedro Asúa que me cabrea especialmente. Este sacerdote fue una víctima más de la guerra porque lo fusilaron los republicanos, no por ser fascista sino por ser cura, pero Vitoria le tiene que agradecer el fabuloso edificio del Seminario y la iglesia de San Cristóbal, una joyita sobre la que habrá que hablar algún día. A estas alturas no se puede andar así todavía. Tenemos que asimilar como parte de nuestra historia, aunque nos reviente, lo ocurrido en 1936. Dejad en paz los símbolos, especialmente los que son ambiguos, los que se crearon por una razón pero con el paso de tiempo han adquirido otra dimensión diferente. El aguilucho del antiguo palacio de Justicia de Vitoria recuerda la época en que fue construido ese complejo de arquitectura, esta vez sí, franquista. Pero no vamos a tirar todo el edificio porque se hizo en esa época. Hoy nos sirve para identificar la época. Tiene otro valor diferente. Es que llevado al extremo deberíamos tirar media Vitoria, todos sus barrios cincuentenarios construidos por autoridades franquistas. Es absurdo. Los mismos que han hecho el estudio advierten que estos vestigios pueden ser interesantes para la investigación histórica. Menos mal que hay un poco de sentido común. Que el revanchismo no nos obnubile. Hay que distinguir entre víctimas y verdugos, entre inocentes y asesinos, pero una vez reparado el daño dejemos que ese lastre de nuestra historia viaje con nosotros. Todos estamos de acuerdo en que los campos de concentración nazis deben reconvertirse en un memorial de las víctimas, que nos ayuden a recordar aquellas atrocidades. No hay que destruirlos. Son útiles. Esos monumentos, esos nombres, cuando no hieran directamente a alguien, deben ser conservados para la memoria y en nombre de la memoria de las vítimas. Base de la Cruz de Olárizu. Además de recordar las famosas ‘misiones’ de la época tiene una placa en recuerdo a los sacerdotes vascos fusilados por los republicanos, entre ellos, Pedro Asúa