Los días de sol y viento, como algunos de los que hemos disfrutado en mayo y junio, Andrés Angulo sonríe abiertamente al revolver y coger la sal en las eras y esperar a que el agua se evapore. La luz del Valle Salado brilla y va ganando tonos blancos sobre el pardo gris de las estructuras de madera. El salinero que lleva dentro siempre Andrés, de 48 años, se resistió a dejar de sacarle provecho al filón de oro blanco que yace en el subsuelo de su pueblo. Tres o cuatro kilómetros de grosor que no hay que ir a buscar mediante el duro trabajo de las galerías subterráneas porque el mineral fluye líquido, como una bendición, a la superficie a través de los dos manantiales que han conformado el valle. «Yo preparo la salmuera para que la evaporación produzca la sal. Y así ha sido siempre», confiesa Andrés.
Los montones de sal que presiden las 150 eras que se han restaurado hasta el momento son los testigos de que la milenaria fábrica de sal ha comenzado a producir de nuevo a buen ritmo y que a partir de setiembre el cloruro de sodio se volverá a vender como hace unos años pero en vez de ocupar un lugar en las estanterías de los supermercados como un producto más, estará en las mesas de los mejores restaurantes, como un artículo de calidad y sofisticación. Sal de Añana, fabricada en verano, como antaño, fruto de la tierra salada del agua, del sol y del viento y de la buena mano del salinero.
Envasado
«Esperamos sacar al mercado unas 30 toneladas de sal común, entre 1.000 y 2.000 kilos de flor de sal y unas 1.000 unidades de chuzos. Es la primera vez que se produce flor de sal y chuzos para la venta. Antes se despreciaba, pero las catas colocan estos artículos entre las mejores sales del mundo. «Se está terminando el módulo de envasado que debe reunir muchas garantías sanitarias», manifiesta Mikel Landa, director gerente de la Fundación Valle Salado que preside Lorena López de Lacalle, la institución formada por el Ayuntamiento y la Diputación alavesa y la sociedad Gatzagak que ha tomado el timón de la restauración y de la puesta en marcha del plan director.
Hace 200 millones de años Salinas de Añana estaba cubierto por un vasto mar. Gracias a ello ahora posee un paisaje extraordinario, único, tan singular que ha iniciado el camino para ser declarada Patrimonio de la Humanidad; es un ejemplo de libro de algo que el hombre parece haber descubierto hace poco, la sostenibilidad, el equilibrio entre lo natural y la acción humana; tiene una historia documentada de 1.200 años, como ningún otro lugar de la Tierra a causa de las propias disputas por la sal, un mineral esencial para entender la evolución humana y su desarrollo; es la primera villa del País Vasco y tiene el primer fuero concedido por un rey, Alfonso VII de Castilla en 1140, cuatro décadas antes que Vitoria. Conserva singularidades como el más antiguo convento de monjas de una de las órdenes militares cruzadas en España, la de San Juan de Acre, que antes perteneció a los templarios; una riquísima biodiversidad con especies que solo pueden
vivir en estos ambientes salados como las artemias, unos pequeños crustáceos que se ven y se pueden tocar en los pozos de agua; muy cerca, se encuentra el único lago interior del País Vasco, el de Arreo-Caicedo.
La hecatombe
Pero este soberbio paisaje cultural y natural se desvaneció cuando los salineros abandonaron las eras. Y esto ocurrió de un manera catastrófica y paulatina a partir de los años sesenta como consecuencia de la falta de rentabilidad de la sal. De las 5.648 eras que hubo en la década de los sesenta se pasó a 42 en el año 2000. «Fue una hecatombe. Estructuras de madera que habían aguantado siglos se hundieron resecas porque la salmuera no las mojaba. Los xilófagos que atacan y pudren la madera no pueden vivir en un medio salino. La madera aguanta», explica Alberto Plata, el arqueólogo que mejor y más ha estudiado el fenómeno de las salinas.
Hace dos semanas entró en funcionamiento un maniluvio para que los visitantes puedan introducir las manos en una pequeña pileta. La densidad es de 200 o de 210 gramos de sal por litro, frente a la marina que es de unas 40. La sensación es la misma que la de bañarse en el Mar Muerto, flotabilidad total. El agua te empuja hacia arriba. «Estamos preparando una hoja con indicaciones médicas para que la gente con problemas de huesos y tendones especialmente pueda rehabilitarse aquí», señala Alberto Plata.
Otro punto de interés nuevo es la muralla de la villa, en fase de rehabilitación por parte de Arabarri que prepara un gran paseo en un perímetro de 244 metros. Se han llegado a descubrir restos de tres iglesias, la última fue demolida a cañonazos en los días previos a la batalla de Vitoria, en 1813. Los guerrilleros de Longa y fuerzas regulares del Ejército español sacaron a los franceses de sus posiciones en lo más alto del pueblo.
La historia de Salinas es realmente fascinante. Alberto Plata, que ha elaborado una magistral tesis doctoral, apunta que en el momento de la concesión del fuero, en el siglo XII había 50 monasterios con alguna propiedad en las salinas. Y hay otra curiosidad, antes la sal era negra porque se evaporaba sobre arcillas de ese color. Se consideró un adelanto colocar cantos rodados, primero, y cemento, después que le dio el color blanco. Los suelos de las eras han evolucionado con el tiempo. Ahora se prueba con distintos materiales como cerámicas, en busca de la excelencia. Otro dato.En 1851, la sal de Salinas de Añana obtuvo un premio en Londres por su calidad y por su blancura. Entonces era una novedad. Pero esos cambios de suelo provocaron un hecho curioso. El valle se llenó de escombros porque los pavimentos se resecaban de un año para otro y había que repararlos. Y eso a la larga es un problema porque no es fácil introducir maquinaria como consecuencia de la difícil orografía del valle.
En fin, Salinas es una mina, un ejemplo de sostenibilidad, una impresionante historia, un paisaje cultural, etnográfico, ecológico, una escuela al aire libre. Existe una línea de visitas a la carta que permite conocer solamente el aspecto que interesa porque el filón, como el de la sal es muy amplio.
Por cierto las páginas web de www.vallesalado.com o www.saldeanana.com son formidables, imprescindibles para conocer la magia de este lugar.