Se llama José María Ruiz, tiene 65 años, y lo encontré el lunes en la calle Brasil de Vitoria con una pala en la mano quitando nieve y hielo de la acera correspondiente a su portal, a su garaje y a su calle. “El Ayuntamiento ha dicho que tenemos que colaborar y hay que cumplir”. Ni una queja, ni una crítica al Ayuntamiento ni una palabra en su boca contra sus propios vecinos que no seguían su ejemplo y sí de elogio “para los que han hecho como yo”. En un mundo que pone verde a todo el que se mueve, sea político, funcionario, policía, bombero o vecino, el otro, no yo, la actitud de José María me llamó la atención. Vi a otros que también limpiaban. Afortunadamente hay algunos ciudadanos que se toman muy en serio eso de ‘qué puedo hacer yo por la ciudad y mis convecinos’ en vez de eso otro de ‘yo pago impuestos, que me sirvan, que vengan los bomberos a sacarme del garaje el coche porque tengo que ir a Eibar con esta nevada y me puedo mojar mis mocasines, que para eso contribuyo’. Esto último es real. Me lo dijo un bombero. El tipo, en plena nevada, pensaba que el cuerpo de bomberos no tenía otra urgencia que sacarle el coche.
Es un paradigma de lo que ocurre. Había quien decía que había que movilizar a los parados, a los que cobran subsidios, ayudas, para que limpiaran las calles. “Señor alcalde”, escuche. Siempre hay gente que tiene una tarea para los demás y que además se cree que arregla el mundo.Hay demasiados ciudadanos que no saben o no quieren saber que esto es una comunidad, que lo que uno hace por acción u omisión contribuye al bienestar o al malestar general. Decía un bombero que cien mil funcionarios no daban abasto para las necesidades que nos ha impuesto esta tremenda nevada, que el responsable de que un carámbano caiga al suelo y hiera a una persona es la propiedad de la casa en la que ese carámbano estaba. O mejor su seguro. Exigimos pero no hacemos. Pedimos pero no damos. Y nos sumimos en el caos del hielo, en la nieve negra, nos caemos porque nadie limpia y el Ayuntamiento no llega a todo. No puede llegar por muchos funcionarios que ponga a trabajar. Y además se cansan de la pala porque el hielo está muy duro y no hay herramienta y a veces ni sal. En fin. Me quedo con Jose María y su pala, un héroe de la nieve. Digno del poema de Borges sobre los hombres justos. Uno de los que sin que nadie lo conozca, salva al mundo.