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Francisco Góngora

Topo verde

Dos loberas

En medio de la tremenda polémica entre ganaderos y naturalistas acerca de lobo sí o lobo no, o mejor lobo sí pero lejos, propongo la visita a dos verdaderos monumentos a la inteligencia humana al servicio de la persecución al gran mamífero. Trampas de este tipo han existido allá donde ha habido lobo que ataca al ganado, o sea desde que el hombre se dedicó a este menester, y se han sofisticado con el tiempo, pero el uso de materiales de poca consistencia, brezo, ramas, troncos, los ha destruido la mayoría de las veces. Otras, al ser simples agujeros tapadas con ramaje se han colmatado con el desuso.
En Álava y en zonas de Galicia, Portugal y Castilla ha habido la suerte de que han aguantado porque su construcción era de piedra, sin argamasa, formando la típica tapia normalmente rematada con cantos más grandes que crean un alero para evitar el salto del lobo y su huida. Constan de dos largas paredes que convergen en un foso. El sistema para capturar al gran merodeador consistía en la organización de grandes batidas y se trataba de acosar al animal para que entrase en la lobera, forzándole a correr desde todos lados hasta precipitarse.
En lo alto de las sierras de Arkamo y de Guibijo -tambien en Monte Santiago, Burgos- se encuentran dos de las mayores y mejor conservadas loberas de la provincia. Quedan restos de otra dos en estas sierras y en Sierra Salvada, en la zona de Kobata otras dos. Para llegar a la primera, parte un camino desde el pueblo de Barrón, en Ribera Alta, antes Valle de Lacozmonte. Tras recorrer un paisaje dominado por formidables encinas, la pista nos llevará al alto de la sierra. Allí nos sorprenden los larguísimos muros de piedra que configuran el embudo en el que antaño, los ojeadores acorralaban al lobo para, en batida, guiarlo sin remedio hasta el foso del que ya no podía escapar. Se calcula que puede tener unos 200 años, según unas fuentes y 400, según otras.
Los últimos lobos abatidos de esta forma, en las loberas de Guibijo y Arkamo, fue hacía 1956, según algunas fuentes.
La de Guibijo es tan espectacular como la de Arkamo con la diferencia de que está en medio de un hayedo en la sierra del mismo nombre a unos 2,7 kilómetros del salto del Nervión y de la lobera de Monte Santiago. La pared larga es de unos 600 metros y el foso es un trapecio de 8 por 5 y unos 4 metros de profundidad. Para acceder se puede ir por Monte Santiago -menos de 3 kilómetros de la lobera-, pero tiene el gran inconveniente de que no está señalizada. Un montón de piedras a la vera del camino y del bosque son la única señal.
Las loberas tenían sentido cuando los pueblos estaban más habitados y todo el mundo salía por obligación a hacer batidas. Decenas de personas metiendo ruido en el bosque y conduciéndolo hacia un callejón sin salida es algo práctico y eficaz. Hoy sería impensable. Las armas de fuego y las esperas dan más resultado que las batidas. De hecho, ahí está, contenido en la frontera con Burgos, sin tomar nuevos terrenos en Álava, un territorio en teoría de transición entre los macizos de Picos de Europa y los del Norte de Burgos y el Pirineo. De momento, sólo es frontera y los ganaderos piden además que sea zona de exclusión. Pero el debate sigue.

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Por Francisco Góngora

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