¿Saben que la Batalla de Vitoria tal y como ocurrió en 1813 hubiera sido imposible hoy día? Al margen de lo que ha cambiado todo en estos 200 años, que resulta obvio, voy a fijarme en aspectos que sí tienen importancia para nosotros y que hablan de una degradación. Se trata de los cambios del paisaje. Emilio Larreina en la guía-libro que ha escrito sobre el mayor duelo de artillería de la Guerra de la Independencia ”La Batalla de Vitoria 1813. El fin de la Aventura” de la editorial Almena -14 euros- ha buceado en estos terrenos al recorrerse el campo de batalla. Una de las grandes decisiones de Wellington fue atacar por la sierra que bordea por el sur la Llanada. Desde La Puebla de Arganzón hasta Gomecha. El flanco sur del Ejército francés sufrió el ataque de los británicos y de los españoles de Morillo. Una táctica envolvente. Las tropas se podían mover por los montes porque había decenas de caminos que los franqueaban. Había ganado que siempre abre sendas en su búqueda de pastos. Hoy día, todos esos montes están cerrados. Son auténticas selvas por las que no se puede pasar. No hay apenas ganado que ramonee los arbustos. Los que viven en los pueblos no necesitan el bosque ni lo gestionan. Wellington debía haber mandado un batallón de leñadores para abrirse camino antes de atacar.
Otra curiosidad es que La Llanada además de tener más bosques presentaba cientos y cientos de tapias para la huertas y las fincas, algo que obligó a dos poderosas caballerías a estarse quietas Apenas participaron en los combates. También aquí el paisaje cambió.
Salto de espacio y voy a Altube en los años 50. El gran bosque que podemos disfrutar hoy estaba lleno de zonas de cultivo, roturos, con cereal y patata. Familias grandes y poco que llevar a la boca arrancaron entonces cientos de hayas y robles para cultivar. Todavía hoy se ven en muchos lugares los muros de contención para sujetar la tierra. Y sorprende que un bosque tenga este paisaje humano incorporado. La naturaleza ha vuelto por sus fueros.