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Siete metros

Jorge Dueñas de Galarza

Conocí a Jorge Dueñas, el seleccionador español del equipo femenino, en 1983. Él era jugador del Cajamadrid de División de Honor; yo, portero del segundo equipo. Y me fijé en él. Mucho. Por dos razones. Jugaba de portero también, y ese mismo verano José Carlos Muñoz, a la sazón entrenador del Michelin de Valladolid, me había hablado de él durante una de esas cenas de verano al aire libre a las que tan proclives somos los españoles.

Dueñas, bilbaíno, de la excelente promoción de los nacidos en 1962, había llegado a Madrid para estudiar INEF con 2o años recién cumplidos, y mientras encontraba un equipo, entrenaba con el Atlético de Madrid que entonces dirigía Juan de Dios Román, ahora presidente de la Federación España de Balonmano. El Michelin vallisoletano por esas fechas no tenía más que un portero de garantías, Guti, ya que el segundo no terminaba de cuajar. Era Juan Carlos Pastor, pero esa es otra historia. El caso es que José Carlos Muñoz le fichó. Muñoz tenía muy buen ojo para el balonmano, veía enseguida los jugadores que podían progresar, y en Dueñas vio un portero de futuro. Román, en cambio, no consideraba a Dueñas un buen portero. Tanto, que no tuvo empacho en vacilarle a Muñoz cuando éste, días antes de un Atlético de Madrid-Michelin, le  dijo que el guardameta bilbaíno les iba a amargar la existencia. “¿Que Jorge Dueñas nos va a frenar?”, le preguntó irónico. “Ya lo verás”, respondió el técnico pucelano. Dos días después el Atlético de Madrid ganaba por un gol en Magariños al Michelin. Dueñas solo encajó siete goles en la segunda mitad y desesperó al entonces poderosos equipo colchonero.

Al año siguiente Dueñas compartió portería en el Cajamadrid con Manolo Gutiérrez, Manolo para el mundo, con Paco Sánchez de técnico. Ahí fue donde le conocí un poco más, y ya entonces me llamó la atención su capacidad analítica, su prodigiosa memoria, su carácter aparentemente retraído y su timidez, que disfrazaba detrás de una altanería que tenía mucho de pose y poco de verdad.

De aquel portero de técnica descuidada pero eficaz, lento de pies y rápido de brazos, de excelente colocación y discretos reflejos, queda ahora un entrenador con una concepción del juego diferente. Dueñas ha sabido aunar en la selección femenina dos situaciones aparentemente dispares. Por un lado su equipo defiende con mucha profundidad, pero a la vez sembrando dudas en lso rivales, que nunca saben si quién les defiende les va a parar con las manos, con el cuerpo o, sencillamente, les va a sembrar dudas con su movimiento. Es la inteligente combinación del clasicismo del balonmano con la innovación que introdujo Juan Carlos Pastor en el Mundial de Túnez.

Como si de un bucle eterno se tratara, viente años después, Dueñas vuelve a ocupar el sitio que en su día tuvo Pastor, lo que demuestra que las inteligencias tienden a agruparse. El balonmano español nunca podrá agradecer a ambos su contribución a los éxitos de un deporte que tiene la dudosa marca de ser el que peor se vende de todos cuantos  hay en España. Pero eso es otra historia.

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El balonmano, desde el punto de vista del portero

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