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Jon Martinez

De sentido común

Humildad y perdón

Qué importante es reconocer los errores, pedir perdón por ellos, remediar o paliar sus consecuencias y, al mismo tiempo, poner todos los medios a nuestro alcance para que no vuelvan a suceder.

Qué gran ejemplo de humildad, sinceridad y valentía nos está dando a todos los católicos Benedicto XVI. No es nada fácil decir lo que él ha dicho en los últimos tiempos: “las grandes persecuciones a la Iglesia no vienen de fuera, sino de los pecados que hay dentro de ella”. Unas palabras en las que no intenta tirar balones fuera, como estamos acostumbrados a ver a menudo, sino que asume como propias de la Iglesia las atrocidades que se han dado en su seno. Siente, y así lo ha destacado, que la Iglesia tiene la “profunda necesidad de penitencia y de implorar perdón, desde la justicia con las victimas y desde la esperanza de que “la bondad de Dios es la última palabra de la historia”.

En su último viaje a Inglaterra también ha querido estar junto a las víctimas, pedirles perdón, y no “escurrir el bulto”: “Por encima de todo, quiero manifestar mi profundo pesar a las víctimas inocentes de estos crímenes atroces, junto con mi esperanza de que el poder de la gracia de Cristo, su sacrificio de reconciliación, traerá la curación profunda y la paz a sus vidas”, ha dicho.

“Pienso también en el inmenso sufrimiento causado por el abuso de menores, especialmente el cometido por ministros de la Iglesia. Por encima de todo, quiero manifestar mi profundo pesar a las víctimas inocentes de estos crímenes atroces, junto con mi esperanza de que el poder de la gracia de Cristo, su sacrificio de reconciliación, traerá la curación profunda y la paz a sus vidas. Asimismo, reconozco con vosotros la vergüenza y la humillación que todos hemos sufrido a causa de estos pecados; y os invito a presentarlas al Señor, confiando que este castigo contribuirá a la sanación de las víctimas, a la purificación de la Iglesia y a la renovación de su compromiso con la educación y la atención de los jóvenes. Agradezco los esfuerzos realizados para afrontar este problema de manera responsable, y os pido a todos que os preocupéis de las víctimas y os compadezcáis de vuestros sacerdotes.

Ojalá todos hiciéramos lo mismo en nuestra vida diaria.

Ojalá supiéramos pedir perdón y perdonar. Mejor nos iría en todos los ámbitos de nuestra vida.

Por Jon Martínez

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septiembre 2010
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