Anoche tuvimos cineclub en casa. Programa doble con un extra: ‘Drácula ‘, de Terence Fisher ; ‘Zombi ‘, de George A. Romero ; y un documental italiano sobre la preproducción y montaje europeos de la segunda, con apariciones estelares de Dario Argento , su hermanísimo y Alfredo Cuomo. De ‘Zombi’ ya hablaremos, porque los muertos vivientes no han hecho aparición todavía por ‘Puños fuera’ a pesar de ser uno de sus motivos fundacionales declarados.
La cuestión es ‘Drácula’ y la sencillez. En mi modesta y desnortada opinión -y quienes estén en desacuerdo con ella bienvenidos serán en el apartado de comentarios, queridos míos-, la de Fisher es la mejor adaptación del novelón epistolar de Bram Stoker . Todo funciona bien en esta película, sobre todo las soberbias interpretaciones de Peter Cushing y Christopher Lee . La dirección de actores es brillante y te hace olvidar que… ¡en todo el metraje sólo intervienen 14 intérpretes contados! Si se suman los figurantes -un cochero y los cinco parroquianos temerosos de la inevitable taberna de aldea asolada- en ‘Horror of Dracula’, que ese es su título original, solamente actúan 20 personas y algunas de ellas, como el chico de los recados, la mujer del posadero o el policía, no tienen más de tres líneas de diálogo. El guión, forzado en buena medida por las limitaciones de presupuesto, elimina las idas y venidas entre los Cárpatos e Inglaterra del relato de Stoker, ajustando la acción a una difusa zona fronteriza de Alemania con un país indeterminado, lo que facilita que casi toda la acción transcurra en sólo dos ambientes: el castillo del conde y la casa de Mina y Arthur. Se añaden otros escenarios menores, como la taberna mencionada, un despacho de aduanas; y una morgue, la cripta del castillo y el panteón familiar de los Murray, tres últimos espacios que parecen haber sido rodados en el mismo decorado ligeramente alterado para cada ocasión.
Los exteriores son mínimos y tienen toda la pinta de ser parte de un rincón inutilizado de los estudio Pinewood, o algo así. Los efectos especiales se reducen a la estupenda desintegración final del vampiro, realizada a todas luces con ceniza y cartón mojado. Drácula, el vampiro, es una presencia ominosa y casi invencible… pero que sin embargo no hace nada excepcional o sobrenatural en toda la película: ni se transforma -”eso son tonterías”, dice Van Helsing-, ni vuela, ni repta por las paredes de su fortaleza, ni tiene una fuerza sobrehumana, sólo la necesaria para transportar a damiselas anémicas de una habitación a otra. Esta película está realizada con elementos tan sencillos que podría adaptarse para ser interpretada en un teatro sin ningún problema. Pero el espectador no percibe nada de todo esto, no ve las supuestas carencias, porque está tan bien hecha, tan bien contada, con tanto talento, que logra transmitir perfectamente la historia de Stoker, incluidos sus “claros matices psicofreudianos”, que decía Stephen King. ¡Qué buena es esta película!
Esta noche montaremos el cineclub de nuevo, pero la sesión será más ‘durilla’: ‘The Awakening’, ‘Aftermath’ y ‘Genesis’, de Nacho Cerdá.