Un muerto, dos muertos, tres muertos. Los contamos como si fueran globos. Los números nos dejan más fríos que la muerte y los fallecidos en accidente de tráfico, como sucede con los caídos en el tajo y los asesinados por sus parejas, pasan a engordar la estadística. Dicen que es la mentira en números. A mí más me parece la verdadera cara de las tragedias a las que preferimos no poner ni nombre, ni rostro.
Y digo engordar, en vez de engrosar, porque con esas cifras no hacemos más que hinchar un gran globo, que al ser publicado ejerce el mismo terapéutico efecto que contarle tus problemas a un conocido.
Cinco personas han perdido la vida en las carreteras vascas entre julio y agosto. Afortunadamente, este globo es pequeño y al verlo en titulares soltaremos el cordel que mantiene el dato pegado a nuestros pensamientos para ver como se aleja en el cielo. Los números son ligeros, como el helio, así que poco importa a cuánto se eleve el cómputo; siempre flota.
Los nombres, en cambio, se parecen más al plomo. Se pegan al suelo, como nuestro ánimo, cuando caemos en la realidad de que detrás de cada accidente hay (había) una persona de carne y hueso. Sé que es imposible, las familias tienen todo el derecho a mantener su intimidad, pero imaginemos por un momento que los sucesos se encabezaran con el nombre del fallecido.
Donde ahora leemos: “Dos jóvenes fallecen en accidente de tráfico”; “Muere al salirse de la vía”; “Un accidente múltiple se cobra la vida de 3 menores” pasaría a decir: “Jaime Gómez y Raúl Jiménez fallecen en accidente de tráfico”; “Idoia López muere al salirse de la vía”; “Un accidente múltiple se cobre la vida de Maitane, Jorge y su hermana Lucía”.
Claro que es sensacionalista, pero ¿quieres salir tú en las noticias? Pues coge el volante con las dos manos.