Salvaje, bello e indómito, un jaguar nunca pasa desapercibido en la selva de asfalto. No seré yo el único que se vuelve para disfrutar del porte y la elegancia de un vehículo que nos hace soñar con una vida de lujo y refinamiento. ¿Cómo no desearlo?
La carne es débil y el felino embrujo de la marca británica resulta difícil de resistir. Al punto de que no falta quién está dispuesto a poner en peligro su carrera por conducirlo. Y es que tiene sus riesgos liberar a un jaguar de su correa.
El Jaguar más famoso de España en este momento es el que Jesús Sepúlveda recibió de Francisco Correa, en 1999. Si fue un regalo, un pago o un trueque a cambio de su viejo BMW 532 i lo decidirá un juez; nosotros nos conformamos con investigar la berlina.
Hablamos de un magnífico S Type por el que el presidente de Special Events pagó 8.666.700 pesetas, el 17 de diciembre de 1999. El coche había salido al mercado ese mismo año y según se puede leer en el recibo emitido por el concesionario madrileño que efectuó la venta, se trata de un V8 de cuatro litros, el modelo más alto de la gama que también contaba entonces con un V6 de tres litros en versiones manual y automática (acabado Executive).
No es raro que el político popular se encariñara de una mecánica a todas luces superior a la de la berlina alemana que hasta entonces conducía. La versión de 1997 de 523 i es un 6 cilindros en línea 2,.5 litros de 170 caballos. Un gran coche (nuevo costaría seis millones de pesetas de la época), pero algo corto de motor comparado con los 280 CV de su nuevo juguete, capaz de acelerar de 0 a 100 en siete segundos. La verdad es que el bávaro consume bastante menos, pero no creo que a esos niveles importara demasiado.
Hoy, un Jaguar como el de Correa, de segunda mano claro está, cuesta unos 11.900 euros. Menos el que condujo Sepúlveda que si aún lo mantiene seguro podrá vender por un pico. El morbo es lo que tiene.