Uno, dos, tres y así hasta 104. Ese es el número de personas que ha muerto en las carreteras españolas durante las navidades. Son cuatro menos que el año anterior y los responsables de Tráfico aseguraran que nos encontramos ante el dato más bajo desde 1964, que la cifra supone en el cómputo total del año un descenso del 20% respecto a 2007 y patatín patatán.
No les falta razón, pero no se trata ahora de analizar las causas de los accidentes, ni cómo evitarlos. Hoy prefiero pensar en la incidencia de esta estadística. Pongamos que cada persona mantiene una relación estrecha con al menos otras tres (seguro son más: padres, pareja, amigos…). No es aventurado suponer que el fallecimiento de una persona afecta de manera muy importante a otras tres. Así, el número de quienes han visto truncadas su vida esta Navidad a causa de un accidente son la menos 312.
Del mismo modo cada uno de los afectados derivará su luto en su entorno, por lo que estamos hablando ya de 936 individuos. ¿Hasta cuándo observaremos con naturalidad que cada periodo festivo acabe convirtiéndose en una pesadilla para un millar de personas?
En todo 2008, la cifra de muertos en accidentes fue de 2.181.