“Aspecto rudo, conducción suave”, así se refiere la propia Volvo a su modelo XC70. Bonito no lo es mucho, para que engañarnos, pero atractivo lo es un rato. Con los coches suecos sucede algo como lo que le pasaba a Jean-Paul Belmondo. Nadie se atreverá a decir que el actor francés es guapo, aunque por alguna extraña razón resultaba irresistible.

El XC 70 es un familiar que recuerda mucho al Audi Offroad y que da la sensación que está mejor terminado. Por fuera, sobrio. Es fácil pasar junto a uno aparcado y no reparar en él. Por dentro, en cambio, es acogedor, hasta lujoso y perfectamente rematado en los asientos de cuero y la infinidad de reglajes que permite para el conductor.

Digo aparcado porque adelantarlo es otro cantar. Con 185 CV en el diésel y 238 CV en el gasolina, no es habitual que circulen a bajas velocidades. Por lo menos, es mucho más estable que los vehículos con los que rivaliza en prestaciones. El BMW X5, el Audi Q7, el Ranger Rover son, sin duda, más grandes y adecuados para su uso en pistas extremas. Sin embargo, en los trayectos habituales del 90% de los conductores, el XC70 se comporta igual en pista y mucho mejor en carretera. La causa está en la distancia desde el chasis al suelo. Los 210 milímetros son más que suficiente par poder disfrutar de su tracción total desconectable por caminos agrestes sin exponerse al balanceo de los grandes todoterreno. ¿No os ha adelantado nunca un X5 a más de 150 km/h y habéis tenido la sensación de que comenzaría a dar vueltas de campana en la siguiente curva?

Otra de las ventajas del vehículo es lo bien que funciona el cambio automático. Para un manejo urbano está claro que cualquier otro modelo sería más acertado, pero con la caja secuencial Geartronic se reducen las incomodidades.

Por si teníais dudas, barato no es: El diésel de cinco cilindros, tracción a las cuatro ruedas y cambio automático se va a los 51.000 euros. Eso sí, sirve para hacer surf