Hay muchas cosas en el fondo del mar. Tesoros ocultos en algún galeón hundido siglos atrás, las llaves que ningún niño logra encontrar… A veces, hasta aparece algo inesperado, lo que permite hacer con ello un buen negocio. Fijémonos en la foto. La verdad es que no es más que un trozo de chatarra, pero como a nadie se le ocurriría pensar que ese hierro lleva 70 años sumergido en el lago Mayor, en la frontera entre Italia y Suiza, ahora resulta que es una pieza de coleccionista.
Se trata de un Bugatti Brescia Type 22, de 1925 y lógicamente lo han subastado. Fue el sábado, en París y un ‘comprador anónimo’ (como mola lo de comprador anónimo ¿no?) apoquinó 260,500 euros por la antigualla. No preguntéis las razones del millonetis. Eso sí, por piezas no creo que quiera venderlo, porque sólo el 20% de las mismas se podrían recuperar. Algunas nunca las encontrará: los frenos delanteros, por ejemplo, ya que este modelo rara vez los montaba. Cosas de la época.
Aunque quizá lo más llamativo del coche es su historia. Según cuentan, su propietario, un arquitecto llamado Max Schmuklerski, lo dejó abandonado en un taller y el mecánico harto de pedirle que lo recogiera, y le pagará la reparación, acabó por tirarlo al lago. Otras versiones hablan de que fue la policía de fronteras suiza, la misma que hoy te calza la Vignette en cuanto asomas el morro por su garita, la que lanzó el deportivo al agua. Por lo visto, los problemas de aparcamiento en los cantones vienen de largo.
Su aspecto original debería ser más o menos así: