Felipe Massa no ve la hora en la que por fin vuelva a subirse al caballo. Tras el grave accidente que casi le cuesta la vida en Hungría, el piloto brasileño está deseando recuperar los mandos de su monoplaza. El mando del equipo, que por otro lado nunca lo tuvo del todo, es ya una tarea más complicada.

Pero la historia de la que quería hablaros no es que la FIA haya autorizado al subcampeón del último mundial a ponerse al volante de un Fórmula Uno. Me ha parecido más curiosa la maniobra de su empresa que aprovechando la visita de Massa a las instalaciones de Maranello lo ha fotografiado (y difundido la instantánea, claro) montándose en un precioso y recién salido de fábrica Ferrari 458.

¿Alguien piensa que el superdeportivo necesita tanta publicidad?

Estamos ante un vehículo de 578 CV con un motor V8 y 4.5 litros de cilindrada. Vamos, que su público objetivo no somos ni tu ni yo.
A todos nos gustaría conducirlo, alcanzar los 325 km/h y notar la increíble sensación de pasar de 0 a 100 en 3,5 segundos. Claro que útil, lo que se dice útil no es mucho. Consume más de 13 litros a los 100 (el mío no llega a los 5) y sus emisiones de CO2, esto sí que es espectacular, son de 320 gramos por kilómetro. Hay que tener un gran daltonismo para confundir esta flecha roja con un coche verde.
Eso sí, gracias a su doble embrague heredado de la Fórmula Uno, se pasa de una marcha a otra en tan sólo 0,06 segundos. El problema es que ni a ti, ni a mí nos importa demasiado todo esto. ¿Cuánto tardan los engranajes de tu caja de cambios en moverse? Yo me conformo con que no rasquen demasiado.

Ah. Todas estas excusas son para no decir lo que cuesta y que no podríamos pagarlo ni trabajando tres vidas. Ferrari tampoco tiene prisa en aclararlo y lo más seguro es que al que piensa en comprarse uno tampoco le importe.