España no tiene un duro. Los bancos han cerrado el grifo del mantial de la eterna prosperidad y ante tanto protagonismo de los números rojos, las letras se han rebelado y comienzan a apretar. Las letras del coche, claro, o ¿cómo pensais que se han pagado los BMW que llenan los garajes de las casas de protección oficial?
El carro se ha convertido en una carga demasiado pesada en plena cuesta de enero y más de uno parece dispuesto a dar parte de ello; o por ello, mejor dicho. Me explico. Las compañías aseguradoras, obviamente las mejores especialistas en el análisis de riesgos, alertan de un importante aumento en los intentos de fraude por falsos siniestros. “Ya que no voy a poder seguir fardando de deportivo, por lo menos sacarle uno duros”, debe pensar alguno. Según los últimos datos publicados, 72.424 espabildos han probado suerte sin conseguirlo. Lo que no nos cuentan es cuántos han logrado colarles su pequeño ‘fake’ casero.
Las mentirijillas están de moda. Wyoming se la juega al “gordito” Horcajo, el Carnaval bilbaíno (¿de esto no es responsable el Ayuntamiento?) a la mayoría de medios locales y los conductores a las aseguradoras. La verdad es que tampoco han inventado nada, la picarezca es más vieja que la Ría, pero tanto timo empieza a perder la gracia. Las miniestafas rodantes habrían costado cerca de 200 millones de euros a las compañías; y ¿sabes quiénes íbamos a pagar los platos rotos generados por esos coches que no lucen ni un mínimo arañazo?