De la muerte de Amy Winehouse sólo sabemos, con certeza, que se produjo en soledad. Murió sóla, en la cama y su cuerpo fue hallado por su guardaespaldas, según cuenta mi compañero Oskar L. Belategui. Todavía no se conoce mucho sobre las causas de su fallecimiento, pero dada su trayectoria, todo apunta a que la mejor voz del soul de los últimos tiempos se apagó a causa de un atracón de cocaína, éxtasis y ketamina, que es un potente analgésico. ¿Se imaginan una muerte así?
No es fácil. He rebuscado por el mundo virtual de Internet y he descubierto algunas cosas sobre el fallecimiento por sobredosis de cocaína. El primer golpe se manifiesta con una sudoración fría, alteraciones del pulso y la respiración, opresión del pecho y a veces, también, pérdida del conocimiento y convulsiones. La droga también puede actuar directamente sobre el miocardio y desencadenar la muerte por un repentino fallo del corazón. El músculo cardiaco se para de golpe y fin.
Otras veces, la mayoría, la persona intoxicada se muestra locuaz y parlanchina, se mueve sin parar y, al mismo tiempo, da muestras de ansiedad y dificultades para conciliar el sueño. Le brillan los ojos, las pupilas se le dilatan y el corazón comienza a sufrir repetidas taquicardias. Pueden aparecer escalofríos, fiebres muy altas, náuseas, vómitos y a partir de ahí, si el asunto se complica, la mente se obnubila por completo y se entra en un estado de ebriedad cocaínica, que da paso a las alucinaciones. Cuentan que lo más habitual de la alucinación por borrachera de coca es sufrir microzoopsia, es decir sentir percepciones táctiles y visuales sobre insectos y otros animales, generalmente inexistentes, de los que el paciente intenta zafarse sin éxito. Falla la respiración y se producen ataques epilépticos graves hasta que se entra en coma, el sistema respiratorio se colapsa y se muere. Entre el cuelgue general y la acción de la ketamina es posible que la cantante ni siquiera fuera muy consciente de su final. Ya lo sabremos.
No estoy de acuerdo con la idea de que Amy Winehouse no se convertirá en una leyenda, porque creo que ya lo es. Es un mito del siglo XXI, el de la inmediatez, un tiempo en el que no hace falta editar un montón de canciones y vender millones de copias, porque eso es ya, sencillamente, imposible. Hoy, con dos cedés y una carrera vertiginosa, como la suya, le hubiera bastado para entrar en el Olimpo de los dioses del rock. Pero ella, como los clásicos, ha querido aportar a su solicitud de ingreso algo más: una muerte por sobredosis. Ahí la tienen. ‘Back to black’.