Algunas noticias suenan a chiste. El vicepresidente de la llamada Academia Médico Homeopática de Barcelona (AMHB), el doctor Gonzálo Fernández-Quiroga, dijo hace sólo unos días que los fármacos homeopáticos “pueden ayudar a bajar” la medicación convencional y reducir el coste sanitario en el tratamiento de las personas ancianas”. Según sus propias palabras, este método terapéutico, el de la homeopatía, cuya eficacia está más que en entredicho, “impulsa los mecanismos de autorregulación del propio individuo”.
De verdad, las personas con conocimiento científico y sanitario deberían hacer un esfuerzo por no confundir a la población. La autorregulación del propio individuo no cura nada. De acuerdo en que los productos homeopáticos reducirían notablemente la factura farmacéutica, pero ¿se ha preguntado el doctor Fernández-Quiroga por qué en tiempos de recortes no se incluyen en la cartera de servicios sanitarios? Por una sencilla razón: porque pueden ser más baratos, pero de beneficio terapéutico, nada. Cero patatero. No hay angina de pecho, infarto de miocardio, infección por VIH/sida, ni cáncer, ni (ponga ahí lo que le de la gana) que se haya superado con productos homeopáticos. No hay revista científica que lo haya acreditado.
Al contrario, me atrevería a decir que la homeopatía mata. Al tiempo. En contra de lo que las asociaciones del sector han intentado hacer creer, el uso combinado de quimioterapia con terapias alternativas -“como la llamada fitoterapia y la homeopatía”- provoca interacciones en uno de cada tres pacientes, según un estudio presentado en el reciente congreso nacional de la Sociedad Española de Farmacia Hospitalaria, celebrado en Bilbao. Hablamos de cáncer, señores de la homeopatía.
El trabajo se hizo en el hospital Costa del Sol de Málaga con 75 pacientes con una edad media de 59 años, la mayoría afectados por cáncer de pulmón (23%) y de mama (21%) -que, por cierto, mañana se conmemora el Día Mundial-. Lo peor de todo es que en la mayoría de las ocasiones, el 88%, el tratamiento contra el cáncer falla y el oncólogo no sabe por qué ocurre. Después se descubre que el paciente le ha ocultado a su médico que al mismo tiempo que estaba siendo tratado en el hospital estaba tomando lo que le recetaban en una consulta homeopática.
Con la salud pasa como con las cosas de comer. No se juega.