Las palabras sólo sobran cuando se utilizan mal o en el momento inadecuado. Cuando se recurre a una, o al menos así debe ser, es porque queremos transmitir con ella una idea que es justo la que queremos decir. A las empresas periodísticas se nos conoce también como medios de comunicación social porque nuestra labor va más allá de la mera transmisión de la noticia. Informamos y mediante el ejercicio de nuestra trabajo ejercemos una labor social que, en el ámbito de la salud, supone la armonización de funciones tan diversas como la divulgación, la prevención e incluso la formación. Como profesionales de la información estamos obligados a contar no sólo lo que pasa, sino la importancia de lo que está ocurriendo y las implicaciones que ese episodio tendrá en nuestras vidas.
Entiendo que esto, en ocasiones, puede ser difícil de entender para la clase política, que ha de vivir permanentemente en una especie de trastorno bipolar, con un ángel bueno comiéndole una oreja, recordándole sin cesar su vocación de servicio; y con otro malo mordisqueándole la otra y haciéndole ver que la información es poder. Que las noticias pueden darse, no darse o contarse de la manera en que a uno le vienen en gana, que para eso se es el poder.
Confío en que ningún ángel malo haya pesado en la decisión del Ministerio de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad de suspender la tradicional rueda de prensa que se celebra al término del Consejo Interterritorial, el órgano que reúne a la Administración central con los departamentos autonómicos de Sanidad, para dar cuenta de los acuerdos alcanzados. En tiempos de crisis económica cobran sentido, más que nunca, valores como el de la transparencia, especialmente en las instituciones públicas, las que sostienen los mismos ciudadanos que tan ahogados viven o sobreviven por ellas.
El órgano interterritorial ha aprobado la creación de una red de agencias de evaluación de tecnologías sanitarias, un órgano similar al NICE británico, que analizará con criterios meramente profesionales la adquisición de productos sanitarios y la entrada de nuevos medicamentos en el sistema. También se ha hablado sobre la necesidad de mejorar la actual central de compras para la adquisición de productos farmacéuticos a un mejor precio y se ha aprobado el informe de 2010 sobre Violencia de Género (debería decirse sexista, que es lo correcto y como siempre se ha dicho). Lo triste es que nadie del Ministerio, con asuntos tan importantes, haya querido dirigirse, como es habitual, a los medios de comunicación social para informar sobre estos y otros asuntos que se han abordado. Claro, lo malo de los periodistas no es sólo que pregunten, sino que luego lo cuentan. La Asociación Nacional de Informadores de la Salud (ANIS) ha expresado, por todo ello, su malestar con una nota pública que dice lo siguiente: