Hay que reinventar la lucha contra el sida. El Departamento de Sanidad y Consumo organizó el lunes en Bilbao una jornada de reflexión sobre 30 años de sida, en la que se pusieron sobre la mesa algunas cuestiones muy interesantes en torno al diagnóstico tardío, la evolución de la epidemia en Euskadi y la investigación en vacunas. Un reto sanitario de primer orden, sin duda, a menudo banalizado por la escasa visibilidad de la enfermedad. Ya no se ven yonkis por la calle. No son un problema de seguridad ciudadana, los pacientes tienen un aspecto saludable, nadie los reconoce por la calle… Y tampoco se atreven a decir quienes son porque saben que se la juegan. Como consecuencia, no hay problema. No lo hay, desde el punto de vista llamémosle social. Y como no hay problema, ni interesa a los medios ni la sociedad se ve en la necesidad de buscar soluciones. ¿Para qué?
Pero sí que lo hay. El consejero de Sanidad, Rafael Bengoa, explicó que el 41% de los nuevos diagnósticos se hacen en personas que tienen prácticas homosexuales. Reto número 1: ¿qué está pasando en el colectivo gay, adalid de la prevención en el mundo entero?. El 44% de los nuevos afectados, subrayó el especialista José Antonio Iribarren, del hospital Donostia, se diagnostica muy tarde, cuando el Virus de la Inmunodeficiencia Humana (VIH) que circula por su sangre se ha convertido en sida y está agravando seriamente su salud. Reto número 2: Hay que concienciar a la población de la gravedad de la enfermedad y convencerla para que se proteja ante posibles prácticas de riesgo
Victorio Torres, un médico de Madrid que lucha en Kenia contra la transmisión del virus durante el embarazo, de la madre al feto, explicó que durante 2009 se infectaron 370.000 niños «de una enfermedad que se sabe cómo prevenir». De ellos, nada menos que 330.000 viven en África. Reto número 3: El mundo es un pañuelo. O se controla la infección a nivel global o todo lo conseguido en 30 años no valdrá para mucho. Y hubo una mujer, Maite Suárez, activista de IAVI, Iniciativa Internacional por una Vacuna contra el Sida, que me contó al término de la reunión que existen varios prototipos de vacuna sobre los que se está trabajando y de cuya efectividad se sabrá algo dentro de tres o cuatro años. Reto número 4: no hay que perder la esperanza, ni el empeño –añadiría– en la búsqueda de un antídoto eficaz.
La anfitriona de la sesión fue Udiarraga García-Uribe, presidenta de Cesida y dirigente de la ONG local Itxarobide, quien hizo en su intervención, maravillosa, un resumen de lo que han sido estos 30 años de lucha contra el sida. De jóvenes que tuvieron que acostumbrarse a enterrar a sus amigos, a aprender a morir, a vivir, a hacer entender que la drogadicción es una enfermedad, no un delito, a concienciar a la sociedad, en definitiva, que la del sida, más que la lucha contra una enfermedad es la lucha por los derechos humanos y la justicia social.
Después de la sesión, tengo la impresión, sin embargo, de que las organizaciones no gubernamentales antisida -que hacen un trabajo excepcional y ojalá sigan siempre ahí- tienen que cambiar el rumbo de su discurso. Sin duda, es necesario recordar qué ha ocurrido en este tiempo, 30 años, para no perder la perspectiva histórica, que siempre es importante. Aunque sólo sea para no caer en los mismos errores. Pero no es menos cierto que a los chavales de 20 años les dice bien poco, por no decir nada, la historia de dolor que han vivido sus hermanos mayores y sus tíos en la lucha contra la infección. Hay que renovar el discurso, porque está visto que al 44% de la población tampoco le llega. Porque ni siquiera a los homosexuales, que organizaron al mundo contra la enfermedad, les vale. Ni a los homosexuales, ni a los heterosexuales, ni a la población local, ni a la inmigrante. Posiblemente, las instituciones también tengan algo que decir en este sentido. Un 44% es un dato para la reflexión.