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Fermín Apezteguia

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Obama y el control de la píldora del día después

Estoy con Obama. El presidente de Estados Unidos se ha mostrado partidario de utilizar “el sentido común” a la hora de dispensar fármacos sin receta y ha defendido la necesidad de impedir que la píldora del día después esté completamente disponible para las menores de 17 años. Me parece perfecto. Si hay alguna niña-casi-mujer que la necesita, que acuda a su médico de cabecera y que se la prescriba, no sin antes compartir una charla sobre afectividad, sexualidad, enfermedades de transmisión sexual y métodos anticonceptivos.

Este es uno de esos temas que siempre enfrentan a grupos antiabortistas con los que defienden los derechos de las mujeres, como ya ha ocurrido en EE UU; y yo me niego a esa polémica. Lo que se plantea no tiene nada que ver con una cosa ni con otra, a pesar de que muchos debates sobre cuestiones que son meramente de salud se abordan como si se tratase de una guerra de bloques. La izquierda libre contra la derecha conservadora.

No, por favor. No se puede jugar a la política con la prevención. Hoy, salvo El Vaticano y alguna otra Iglesia y formación con ideas de otros tiempos muy muy lejanos, nadie debería poner en duda que los preservativos protegen contra las enfermedades de transmisión sexual. No es una cuestión de ideología, de si tu crees y yo no creo, sino de pura ciencia. Con esto de la píldora del día después, el asunto es parecido o mejor, permítanme la broma, bioequivalente, como los medicamentos genéricos. No se puede uno poner a favor de la medida porque tenga en la cartera un carné de antiabortista, ni en contra porque se esté a favor de la libertad sexual de las mujeres. Que no.

El asunto es tan sencillo como que las adolescentes, antes de adquirir una píldora del día después como quien compra un paquete de ‘conguitos’, deben saber bien, entender perfectamente, que lo que se van a meter en su cuerpo es un fármaco muy potente, un tratamiento que provocará en ellas una descarga hormonal tan fuerte que impedirá el embarazo. Que lo que ocurrirá en su interior debido a la toma de ese fármaco es algo no puede estar sucediéndole todos y cada uno de los fines de semana, porque en ese caso estará castigando seriamente su salud. Alguien tiene que recordar a esa joven que sus relaciones sexuales pueden ser igual de plenas con otros métodos anticonceptivos y que los preservativos, de los que posiblemente le hayan hablado tan mal, no sólo evitan embarazos no deseados sino que previenen contra las enfermedades de transmisión sexual.

El médico que reciba en su consulta a una menor de 17 años podría hablarle también de afectividad y, de paso, invitarle a continuar esa conversación con sus padres, que es un ejercicio muy sano. No es una cuestión de negar ni de prohibir, sino de educación afectiva y sexual. Obama dice que la mayoría de los padres, “probablemente”,  comparten su punto de vista. No lo sé. Yo sí.

La salud al alcance de cualquiera

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