Conocí hace tiempo a una mujer de 74 años, ama de casa y viuda, que presidía un centro recreativo para jubilados en Guipúzcoa. Estuvimos charlando una mañana sobre las heridas de las personas mayores y los remedios que las curan. “A veces, basta con no oír un ‘buenos días’ para entristecerte”, decía. Rescato la conversación, que me parece muy interesante, pero mantendré oculta la identidad de mi interlocutora. Ignoro qué habrá sido de ella.
– ¿Qué tal se encuentra de salud?
– Bien, para los años que tengo y la vida que he llevado.
– ¿Qué quiere decir con eso?
– Todos tenemos una vida para llenar de contenido. La mía ha sido muy dura. Fui la mayor de diez hermanos y mis padres me mandaron muy joven a Bilbao para aprender lo básico. Querían lo mejor para mí, pero entonces no lo entendí.
– ¿Era la única hija de diez?
– No. Eramos siete chicas y tres chicos, pero siempre he sido muy acomplejada. Me sentía muy inferior. Luego me casé y a los cuatro años murió la segunda de mis tres hijas, y a los cinco meses, por Navidad, mi marido, que tenía 32 años.
– ¿A qué dedica su tiempo libre?
– Soy la presidenta del centro de jubilados de mi localidad. Somos 2.210 socios y tenemos muchas actividades. Gimnasia, labores, bingo, aerobic, juegos de mesa…
«Soy muy amada»
– ¿Cuántas enfermedades tiene?
– Ninguna.
– ¿No toma medicación para nada?
– Poquita. Tengo diez operaciones en el aparato digestivo y sufro intolerancia a la lactosa. Pero no, ninguna enfermedad crónica.
– Cuando acude a la consulta del médico, ¿se queda con la sensación de ‘¿Qué bien me tratan, pero qué poco me cuidan!’?
– A veces sí, porque vas a la consulta desmoralizada y lo único que buscas es que te hablen. Eso te hace sentir mejor.
– ¿Diría que goza de una buena calidad de vida?
– Hoy sí. Mi madre siempre nos decía: ‘Si tienes un vaso de agua y te viene alguien con sed, dáselo. A ti, ya te llegará otro’.
– Y eso le llena.
– A mí me satisface. Mire, hay mucha gente mayor que carece de vida. Todos queremos vivir muchos años, pero no nos damos cuenta de lo que eso significa.
– ¿Los mayores están bien cuidados por sus familias y por los servicios sociales y sanitarios?
– Voy a decirle una palabra fuerte, que es una realidad. Los viejos estorbamos en casa.
– ¿Por qué dice eso?
– Porque estorbamos. Un día de Navidad o Año Nuevo siempre hay 20 ó 25 socios que se acercan a la asociación. Echan su siestecita, su partida y se van.
«Tiendo a la tristeza»
– ¿Hablan los mayores de la soledad en la que viven?
– Sí, claro.
– ¿Qué cree que se necesita para mejorar esta situación?
– Es muy difícil. Vivimos mecanizados y tampoco cuesta tanto… En vez de decir ‘Les tengo a mis padres conmigo’ preferimos tener nuestro pisito, nuestro coche, nuestras vacaciones.
– ¿En ocasiones se siente triste?
– Es mi tendencia natural.
– ¿Qué le hace entristecer?
– Cualquier cosita. A veces, basta con no oír un ‘buenos días’ para entristecerte.
– ¿Se nos olvida a los hijos lo fácil que es contentar a los padres?
– Casi siempre es suficiente con que te toquen el hombro, una caricia para sentirte querida.
– ¿Y usted? ¿Se siente amada?
– Mucho. El 17 de julio pasado se cumplían mis bodas de oro. El viernes lo celebré con la directiva, el sábado con toda mi familia y el domingo subí a Aranzazu a escuchar misa con mis hermanos. Sabía que me querían, pero esos días vi tantos detalles que no lo puedo olvidar.