Tiempo para una anécdota, que he oído muchas veces en el periódico, contada incluso por uno de sus dos protagonistas. Concha García-Campoy era ya una gran periodista, popular y reconocida en España, que ese año cubría el Festival Internacional de Cine de San Sebastián. De las que todo el mundo mira y admira cuando llega a un lugar. “¡Mira, ahí está Concha García-Campoy!”
En ese mismo espacio, en el hotel María Cristina, había un compañero de EL CORREO, que permanecía ajeno al revuelo que se había montado con la llegada de García-Campoy. Ella le reconoció, le llamó por su nombre y se acercó a darle un abrazo.
“Perdona, ¿te conozco de algo?”, le dijo entonces él, en un tono ciertamente cortante. “Si hombre”, volvió a llamarle por su nombre. “Estudiamos juntos la carrera, ¿no te acuerdas?”. Le refrescó la memoria y entonces él cayó en cuenta. “¡Concha!”; y se dieron un abrazo.
Los dos protagonistas de esta historia, compañeros de estudios y de profesión, han muerto antes de tiempo, víctimas de distintas enfermedades, pero de cáncer, al fin y al cabo.
No creo en más mundo que el que piso, pero si de verdad hay otro, confío en que los dos hayan podido encontrarse de nuevo. Esta vez ya, seguro que se han reconocido.
Si lees esto y puedes hacerlo, no lo dudes, dona médula.