Lo admito. Resulta irónico dar la enhorabuena a Pedro Cavadas la misma semana en que el microcirujano valenciano ha recibido dos de las peores noticias que puede recibir un médico. El hombre que pasó a la historia hace dos años por convertirse en el primer trasplantado del mundo de las dos piernas ha vuelto a perder las extremidades. Quizás no vuelva a caminar. Además, el paciente que recibió el primer implante de cara en España y el octavo en el mundo, un canario de 46 años, ha fallecido en un hospital del archipiélago. Dos mazazos, sin duda, para un profesional de la Medicina, a pesar de que ninguno de los dos ha tenido que ver con la práctica clínica del controvertido cirujano.
Los medios informativos nos hemos hecho eco estos días de ambos acontecimientos. No tienen que ver con el trabajo de Cavadas, lo hemos dejado bien claro. Han ocurrido porque tenían que ocurrir. La vida. Pero ahí está él, con su cara de buen tipo, ilustrando cada una de las informaciones que hemos dado. Todos los días se les mueren pacientes a los médicos y cirujanos de España. Incluso a los del resto del mundo. Nunca, o casi nunca, se habla de ellos.
Esta vez ha sido diferente. Ha ocurrido que han fallecido dos pacientes del valenciano que tiene a gala intentar en el quirófano todo lo que considera que puede intentarse. De un profesional con una ganada reputación entre la opinión pública, especialmente entre los que se han visto en la necesidad de ponerse en sus manos, pero que entre sus colegas suscita tantas adhesiones como críticas.
Uno de las peores crímenes que puede cometerse en la vida, especialmente en determinados ámbitos, es el de destacar. Cavadas, está visto, es uno de los grandes de España y quienes le conocen hablan maravillas de él.
¡Enhorabuena, Pedro Cavadas!