Con el buen tiempo -si algún día llega de verdad-, vuelven también las campañas para la prevención del cáncer de piel. Ya saben: si va a la playa, no se olvide de darse una fuerte protección para evitar quemaduras solares que pueden derivar en un melanoma; y recuerde que la crema no dura toda la vida, que hay que renovarla periódicamente, cada dos o tres horas. La orilla del mar, sin embargo, pese a todo lo que hemos escuchado durante años, no es el mayor enemigo de nuestro pellejo. Es solo uno de ellos, pero no el único, ni siquiera el principal. La mayoría de los tumores cutáneos se producen en la calle, en actividades tan rutinarias y no tenidas en cuenta como dar un paseo en manga corta, jugar un partido sin camiseta o con la mala costumbre de tener una mano en el volante y la otra en la ventanilla del coche. “Hay que protegerse mucho más contra el sol”, advierte el gerente de la delegación vizcaína de la Asociación Española contra el Cáncer, Gabriel Otalora.
El cáncer de piel no es algo tan exclusivo de la playa como el chiringuito. La mayoría de los pacientes atendidos en las consultas de Dermatología por lesiones tumorales de este tipo son, en realidad, deportistas. Gente que sale a la calle a correr, compite a pala en un frontón o juega al fútbol bajo el sol, que castiga la piel no solo en verano, sino a lo largo de todo el año. La población, sin embargo, solo echa mano de la crema protectora, si lo hace, en la temporada estival el día que va a la playa. “Cada vez se practican más deportes al aire libre, pero la concienciación sobre los riesgos de padecer esta enfermedad es baja y los deportistas no se protegen”, ha alertado la directora del área de Dermatología del hospital Costa del Sol, que colabora en la campaña Euromelanoma 2013, puesta en marcha hace unos días por la Academia Española de Dermatología y Venereología.
“El problema no se resuelve con darse un poco de crema antes de meterte al agua”, destaca Gabriel Otalora. “Lo importante para prevenir el melanoma es el tiempo que estás expuesto al sol, sea invierno o verano, en el campo, la playa o la ciudad. Si te vas a esquiar y no te proteges, para tu piel es como si sales de paseo en mangas de camisa un día de julio y no te das nada”, advierte el experto.
Obsesión por el bronceado
Las células que desencadenan el cáncer de piel, los melanocitos, son, en realidad, las mismas que permiten el bronceado. Si se estimulan constantemente, como consecuencia de la luz solar o de los rayos ultravioleta de los solarium -que son causa de muchísimos tumores de piel- se excitan tanto que, al final, se dañan. Dejan de producir el pigmento que protege a la fiel frente al sol y degeneran.
La epidermis, el tejido superior de la piel, no tiene más que un milímetro de grosor. Si un melanoma tiene ese tamaño, fantástico, no hay problema. El paciente se salvará. Cuando alcanza los cuatro milímetros, el tamaño de media uña del dedo meñique, tiene más de un 40% de posibilidades de morir a causa del tumor. La metástasis, a partir de ese momento, es imparable. “A pesar de las campañas con las que año tras año salimos a la calle, siempre nos encontramos con nuevos retos en la lucha contra el melanoma”, afirma el gerente de la delegación vizcaína de la Asociación de Lucha contra el Cáncer.
Sus palabras se refieren a lo que algunos especialistas han venido a denominar tanorexia, un nuevo síndrome con el que se define a la obsesión por el bronceado. Según los expertos que la han descrito -o al menos los que se refieren a ella- el deseo incontenible de tener una piel morena afecta sobre todo a mujeres con edades comprendidas entre los 25 y 35 años y se caracteriza por la actitud de permanecer horas y horas tostándose al sol y la insatisfacción constante, por escaso, con el color adquirido. Sea cual sea el resultado. “Es un problema de salud poco conocido, pero está teniendo cada vez mayor incidencia”, asegura Otalora.
Uno de cada cinco muere
De lo que no cabe ninguna duda, porque está tasado, es que este año 5.000 españoles tendrán que enfrentarse a un melanoma como consecuencia de los abusos a los que sometieron su piel en décadas anteriores. La mayoría lo superarán, pero para uno de cada cinco el efecto de los rayos ultravioleta de la luz solar sobre su piel acabará con su vida. Aunque pueda parecer que 5.000 casos al año son pocos, la cifra no resulta para nada despreciable. En Occidente, una de cada seis personas recibe este diagnóstico a lo largo de su vida. “El melanoma es el cáncer de piel menos frecuente, pero también el más agresivo”, recuerda Isabel Longo, del servicio de Dermatología del hospital Gregorio Marañón, de Madrid. “Cuando el tumor crece en profundidad, la supervivencia a 10 años disminuye un 40%”.
No toda mancha en la piel acabará generando en un tumor. Muchas son de origen congénito y muchas aparecen por efecto de la luz solar, pero no todas resultan patológicas. Cuando no son lisas, como las pecas, sino que tienen aspecto de pequeño bulto que evoluciona, como una herida que no acaba de cicatrizar, una mancha rosada que se descama y que, en ocasiones cambia de color, marrón, negra, azulada, es el momento de consultar con su médico. Entretanto, disfrute del verano y sea generoso con su crema solar de alta protección.
Nota: publicado originalmente en la sección ‘Tiempo de Ocio’ de elcorreo.com. Recuperado el 22 de mayo de 2013 con motivo del Día del Euromelanoma