Dicen que los peores pacientes son los médicos. Es algo que se lo he oído a más de un facultativo; y viendo y leyendo lo que he visto y leído últimamente comienzo a pensar que, en efecto, están en lo cierto. La Organización Médica Colegial (OMC), que reúne a los colegios oficiales de médicos de España, ha aplaudido la decisión de la Sanidad madrileña de poner en marcha la ‘factura en la sombra’; y ha pedido que la medida se extienda al resto de comunidades autónomas.
La ‘factura en la sombra’ o factura informativa es un documento que se le presenta al paciente antes de darle el alta para informarle con detalle del coste de la intervención. Es una manera de recordarle, según dicen, «lo que vale la atención que recibe». Que la Sanidad no es gratis y hay que comprometerse a utilizarla de modo correcto. «Lo que no se sabe cuánto cuesta parece que viene del cielo o sale gratis», ha dicho el presidente de la OMC, Juan José Rodríguez Sendín.
Ignoro cuánto se ahorrarán los madrileños con esta medida, que -para mí- va en contra de todos los valores que deberían presidir la atención sanitaria. Por muy bien que se quiera vender al público, me parece terrible. Imagínese que usted se ha quedado atrapado en el interior de un coche en llamas a causa de un accidente de circulación. Le han salvado la vida, pero su rostro se ha desfigurado y le han tenido que hacer varias operaciones de cirugía plástica para recomponérselo. «¡Mire, –le dirá su médico– después de todos los implantes y trasplantes de piel, éste es el rostro que le ha quedado; y ésta, la factura que tendría que pagarnos si se la cobrásemos. No lo vamos a hacer, pero no me dirá que no es un pico, ¿eh…? ¿Qué, contento?».
Pues no. No creo que esté contento nadie que haya sufrido un infarto y le pasen la cuenta ficticia por atenderle, con la bonachonería de «¡Tranquilo, que ésta ronda la paga el Sistema Público de Salud!». Con el mismo argumento, una vez puestos, el médico podría contar a su paciente lo que le pagan a fin de mes para que éste le detalle el número de días que tendrá que ir a trabajar para cubrir su sueldo. ¡Transparencia total! Otra idea que se me ocurre es que informen a los ciudadanos del gasto que generan cada vez que acuden a una consulta de Atención Primaria. Si se hace en el hospital, ¿por qué no en el centro de salud? En realidad, pensándolo bien, quizás sea una idea fantástica, que deberíamos desarrollar. Que los niños, con las notas de clase, lleven a sus padres el presupuesto desglosado de lo que han costado ese trimestre a la sociedad. ¡Es más! Podríamos entregar ‘facturas en la sombra’ a todos los que se benefician de ayudas sociales y subvenciones. A los jubilados, parados, disminuidos físicos y sensoriales, viudas, inmigrantes, grupos de teatro, músicos… Venga recibos y extractos para todos.
Seamos serios. Cuando vaya al hospital, con un problema de salud, pondré mi vida en las manos del médico que me corresponda. Confiaré en su experiencia y buen hacer y le dejaré que haga. Yo seré paciente y él será médico. Y si, finalmente, tengo que pasar por caja, como hago ahora con cada nómina que recibo y cada impuesto que pago, lo haré. Pero, por favor, que no me pasen la cuenta antes de quitarme la sonda y el respirador. La crisis actual es muy grave y necesita de medidas urgentes. No me refiero a la económica, sino a la de los valores que no cotizan en bolsa.