Después de echar el ancla en Kapisillit, bajamos a tierra a conocer el pequeño pueblo y sus habitantes. Enseguida ha salido a la puerta un hombre inuit, y con gestos nos ha invitado a tomar un té. Pero para nuestra sorpresa estaba celebrando su 50 cumpleaños, y dentro de casa, había más personas, que iban entrando y saliendo.
El anfitrión y su mujer habían preparado todo tipo de comida tradicional, bacalao seco, salmón, grasa de foca, una especia de pastel de lenguado, gambas pequeñas y de postre muchísimas tartas de diferentes sabores. En una cocina con vistas al mar, alrededor de una mesa, íbamos compartiendo los manjares. Allí mismo hemos conocido a una pareja de jóvenes inuits, con los que hemos podido comunicarnos porque hablaban muy bien inglés.
Luego nos han invitado a visitar su casa y orgullosos nos han enseñado una piel de oso polar que cazó el marido hace dos años. Mientras estaba cazando focas, se le acercó a la embarcación y eso fue lo último que hizo el oso antes de que él lo matara con dos disparos de escopeta. Tristemente ha sido el único oso que hemos podido ver por estas tierras y parece que cada vez lo tienen más difícil para sobrevivir, teniendo que acercarse a los humanos en busca de comida.
Ayer estuvimos fondeados en una bahía muy protegida, que hasta hace apenas dos semanas estaba totalmente helada. Nos han contado como en invierno suelen cazar en el hielo, sobre todo focas.
En el pueblo viven unas 100 personas, y a la escuela sólo van 6 niños y niñas este curso. Pero nos ha sorprendido el sistema de comunicación por internet que tienen en las aulas, mediante el que siguen la clase que se está impartiendo en un aula de alguna escuela de Nuuk a tiempo real.
Durante la tarde les invitamos a conocer el PAKEA BIZKAIA, y se sorprendieron mucho al ver la carta náutica que marca nuestra navegación desde Bilbao.
He disfrutado mucho de la compañía de esta gente tan encantadora, hospitalaria y alegre.