Las primeras sensaciones que se tienen al volver a pisar tierra firme, después de más de dos semanas en un continuo balanceo y esfuerzo por mantener el equilibrio, provocan en nosotros un ligero y para mí agradable mareo, que suele durar poco tiempo.
Al pisar el muelle de pesca en Paamiut, nos sentimos alegres por haber conseguido completar esta primera etapa de navegación. Entre nuestros propios abrazos y felicitaciones, sin nadie más para compartir este momento y quizás por ello más especial si cabe, dejamos por popa las dificultades del viaje y las propias de una convivencia tan estrecha.
Justo antes de amarrar vimos un bote pequeño de pesca, que a primera hora, escopeta en mano, salía a la mar en busca de alguna foca, saludando a sus dos únicos tripulantes, una pareja de Inuit. Ha sido entonces cuando hemos tenido conciencia de haber cruzado el Atlántico norte hasta llegar al país del hielo, habitado por las comunidades Inuit.
Gente de piel curtida por el viento y el frio, auténticos supervivientes en estos climas más agradables para un oso polar que para un humano. Con los primeros que se acercan al PAKEA BIZKAIA intentamos comunicarnos, pero no es sencillo. En general desconocen y no dan importancia al inglés y su idioma suena fuerte, con muchos sonidos diferentes a lo que estamos acostumbrados. Ayudados con algún libro de peces, alguna carta náutica, y un cuaderno vamos entablando una básica conversación.
Está claro que son gente sin prisa, afortunados en este aspecto. Algunos se quedan sentados durante un largo rato junto al barco, fumando en pipa, charlando en tono suave y lento, e imagino comentando curiosos las características del velero o incluso de nosotros mismos.
Pero siempre hay gestos, muecas, y sonrisas que cualquier humano e incluso animal puede comprender. Hemos aprendido a decir hola, “aluu” y se quedan sorprendidos, devolviendo un “allu ¡” y premiando el esfuerzo con una mirada de aprobación.
Aproveché para ir a la pequeña lonja de pescado, para ir viendo las capturas del día que iban desde bacalaos hasta una marsopa. A los inuit todavía se les permite cazar gran variedad de animales prohibidos en otros lugares.
Tuvimos la suerte de ver la final de un torneo de futbol entre dos equipos de diferentes poblaciones. El campo era de tierra, sin gradas y el público se mezclaba con el banquillo. Estaban casi todos en buena forma física, aunque estoy seguro de que no habían dedicado mucho tiempo a la técnica y táctica, desde luego menos que a conseguir ¡alguna camiseta del Real Madrid! Fútbol en su pura esencia, sin aditivos ni colorantes.
Nos contaron que el verano pasado apareció un oso blanco en el pueblo, pero que no nos preocupáramos, que primero gritáramos y luego ¡a correr! Más importante que cualquier otra acción. Casi todos los años aparece alguno subido a un iceberg y desembarca en la costa, hambriento y asustadizo.
Para ir mejorando la pronunciación os dejo algunos nombres de la carta de navegación en inuit:
Qeqertarsuatsiaat, kangerluarsoruseq,Kitsissunnguit,Nuugaarsunnguaq ….
Buena proa y buenos vientos.