Eurovisión
Solicito la intervención de las fuerzas de seguridad de los Estados Unidos de América, o de las de China, o de un comando de marcianos legionarios mismamente, para que entren en plena gala, el próximo año, y lo precinten. Es hora de que alguien tome cartas en el asunto, que aunque aquí nadie dice nada pero todos estamos de acuerdo en que Eurovisión es una pamema totalmente prescindible. Si es usted un aficionado al festival, lo siento, hoy no vamos a ser cómplices, no siga leyendo que voy a saco, con ira incluso. Esas canciones gritadas con énfasis e interpretadas con una falsa emoción, como subrayando el sentimiento, me ponen de los nervios. Además, ¿a qué hora del día uno se pondría escuchar un disco con los temas de Eurovisión? Ni son para bailar, ni para tararear, ni para una cena romántica, y mucho menos para relajarse, se te tensa hasta el pijama. La puesta en escena tampoco ayuda mucho, todo hay que decirlo; por lo general es estridente y sin personalidad definida, como un coktail de licores dulzones con doble de azúcar y mucha palmerita decorativa. La imagen que le queda a uno de Europa, después de lo visto, es de tienda de souvenirs, de postales de aeropuerto sin alma y sin remedio. La misma Soraya, maja chica y todo lo que quieran, guapa como ella sola, de acuerdo, ahora, te dicen que es sueca o rusa y cuela, lo mismo gana. Si es que parecen todos de la misma familia, los sobrinos de los de ABBA. Normal que a los candidatos de las próximas elecciones al parlamento europeo se les quede la cara tan triste, no me extraña, saben que van al meollo del bazar. Lo único que me gusta del karaoke continental es la votación. Es una pena que no podamos elegir así a los representantes políticos. ¿Se imaginan a Mayor Oreja, o a ramón Jáuregui, en el back stage, agitando la banderita española después de recibir los doce puntos de Grecia? Porque esas es otra, ¿les apetece votar en las elecciones europeas? En fin. Pasen buen día.