Gracias hermanos. Ay, mi ego, si seguís dándole hidratos de cariño lo tendré que llevar al dietista. A este paso, se me va aponer como el chico mejicano ese que vive derretido sobre su cama. Y yo que quería cuidarme… Un abrazo para todos.
Al lío.
Soy consciente de que hoy puede haber una criba grande, caeréis varios, y no lo hago con esa intención, no tengo vocación de incomprendido, que os quede claro que yo soy más de gustos colectivos. Sí, sí, de los de donde va Vicente; tengo todos los discos de “Dire Straits” y de “El último de la fila”, sin complejos, no me habré marcado yo punteos de guitarra del Mark knopfler. Hay más, con alguna canción de Mecano, por qué negarlo, se me pone la carne de gallina. (Hijo de la luuna…) Mira, mira, el antebrazo como la piel de un kiwi. Pues, a pesar de este pedigrí tan ramplón, hoy me escoro hacia el abismo. Os juro por mis tendones, que los aprecio mucho más que a los ligamentos (soy hiperlaxo), que no sé qué tengo entre manos. Se me ha ido la olla, lo sé, ahora, ¿hasta dónde? Puede estar en, ¿la cárcava soriana? ¿En la tundra? ¿En Constantinopla, quizá? O debajo de la silla del ordenador, quien sabe.
Venga Terol, con dos cojones, a lo hecho pecho. (A Argiñano le funciona esto de animarse a si mismo, habrá que copiar a los sabios)
> Capítulo uno.
Me voy a la cama, pasar buen día. Yo dependo de vosotros, qué poder tenéis cabritos.