Hermanos, gracias por las felicitaciones y por las muestras de cariño recibidas ayer. Soy un agraciado cuarentañero.
Tengo que salir rápido de la osera para ir con la música a otra parte, os dejo el artículo de hoy, que trata de un tema preocupante.
Disfunción
Advierto al lector culto, ávido de conocimiento, que este artículo puede caer en lo chabacano en cualquier momento, ya que discurre por un sedero poco iluminado. Dicho lo cual, me pringo. Ayer leí en la prensa que el cincuenta por ciento de los varones vascos sufrimos de disfunción eréctil (he utilizado el “plural solidario”, no solo por respeto, sino por lo que pudiera pasar de aquí en adelante). El dato es escalofriante, y digno de estudio si tenemos en cuenta que superamos la media española que se sitúa en el cuarenta y siete por ciento. Pues con este currículum tan poco “vitae” se derrumba el mito del chicharrón del norte, que aunque tímido y reservado, la mataba callando como un campeón, por lo menos eso se nos suponía. O sea, que detrás de muchos morroskos con aspecto saludable y una supuesta fuerza sobrehumana se esconden las incómodas circunstancias con frases del tipo: “cariño, lo siento, no sé que me pasa”; “pues te juro que es la primera vez que no se me…”. Ahora me explico esas caras de tristeza que se ven por la calle y esas miradas de superioridad manifiesta de muchas mujeres respecto a sus maridos. En la noticia no aparece desmenuzado el desastre por sectores, pero creo que todos nos hemos hecho las preguntas del millón. ¿Quiénes son los que más problemas tienen? ¿Se imaginan unos resultados detallados indicando el porcentaje de disfunciones por partidos políticos, por ejemplo? Sería definitivo: >, bueno, tenemos la independencia a la vuelta de la esquina. O al contrario, para que rían todos: >; ríase usted de la crisis. De todas formas, siempre nos quedará el consuelo de la política, que es lo que en realidad nos pone cachondos. Pasen un buen día y encomiéndense a la palabra “transitorio”.
A gozarla