Buenos días hermanos, aquí dejo estas líneas para que estimulen a las vuestras. Un abrazo de oso.
Mari Luz: Cuando aparte algo de tiempo me embarazaré de otro libro. Gracias por recordármelo.
Credo
Dejé de creer en la teta de mi madre como recurso inagotable de lácteo elemento abierto las veinticuatro horas del día; mis hermanos pedían paso y derecho, y hubo que organizar el tráfico mamón, muy a mi pesar. Dejé de creer en los juegos infantiles cuando conocí a los mayores resabiados que habían perdido la inocencia. Dejé de creer en los que decían que los Reyes Magos no existían, el día en el que me encontré a Melchor escondido detrás de un peluche que me esperaba en la estantería de un comercio a punto de cerrar. Dejé de creer en la razón como bien común, al comprobar que por si sola no basta para entender, que es, simplemente, un ingrediente más del conocimiento humano, y que además, puede convertirse en una fortaleza inexpugnable desde la que solamente se ven posibles enemigos. Dejé de creer en los ritos sagrados al ver que lo sagrado va con uno a todas partes si uno quiere, lo demás es puro teatro. Dejé de creer en la teletienda en el momento de recibir en casa el aparato que había comprado. Dejé de creer en las instituciones como protectoras de mi integridad y acordé conmigo mismo una relación cordial con ellas y que no había mejor institución que los seres con los que se comparte el cariño. Dejé de creer e las Autoridades Sanitarias el día en el que me quité la venda de los ojos y llegué a la conclusión de que lo que tenían entre manos no era la gestión de la salud, sino del miedo. Dejé de creer en la aspirina cuando apareció el ibuprofeno, mucho más efectivo como analgésico, para mi gusto, claro está. Dejé de creer en la ideología cuando conocí a los ideólogos. Dejé de creer en los yogures cuando me podían curar más enfermedades que todos los medicamentos y tisanas conocidas. Dejé de creer en mi espejo a la vuelta de las vacaciones. Dejé de creer en la personalidad el día que me salvó la vida parecer otra persona. Dejé de creer en la suerte cuando me presentaron a la constancia y a la voluntad. He dejado de creer en muchas cosas, a lo ancho de la vida, pero es porque soy demasiado creyente como para que me engañen. Así que, por mi que no quede, me lo quiero creer. Pasen buen día.