Ocurrió hace un mes. Yo me había dado crema protectora por toda la superficie que iba a estar expuesta al sol, brazos, cara y piernas. Protección 50, vamos, que no pasa ni la luz. Todo estaba controlado, ya podía ir a plantar puerros; una apasionante tarea que pone a prueba tu zona lumbar, como todo los trabajos que se realizan en la huerta. Estuve tres horas agachado, concentrado en las hileras de la hortaliza en cuestión, ajeno al mundo que me rodeaba. Tan ajeno, que de repente empecé a oler a tocinillo chamuscado y no le di ninguna importancia. Pero la tenía, vaya que si la tenía…
¡Pasar buen día, hermanos!