Ya está, lo logré; no era suficiente orco para mi cabezonería.
Los malos
Exceptuando la maravillosa rareza triangular que introdujera en la escena el gran Sergio Leone, me refiero a la aportación del “feo”, las películas y las historias en general siempre han necesitado del eje que contempla al bien y al mal en extremos opuestos. Bien, mal; amor, desamor; amor, odio; luz, oscuridad; justicia, injusticia, etc. La tensión entre los dos frentes antagónicos, sabiamente gestionada por los creadores, nos mantiene en vilo como espectadores y es la estructura fundamental que soporta a las tramas y a los personajes. Esta necesidad de conflicto existencial seguramente tendrá relación con nuestra propia esencia; probablemente en cada uno de nosotros se estén librando esas mismas batallas constantemente, incluso en verano. En definitiva, uno de los sentidos o explicaciones que podría tener la vida no andaría lejos de ser el tiempo que tenemos para ir abriéndonos al amor. Y mientras estemos en ese proceso, necesitaremos reconocer a los malos para tener referencias de nuestra posición. A escala mundial, y dependiendo de la época y del punto de vista, o del visor láser, los malos han ido cambiando. De hecho, es altamente probable, que usted y yo formemos parte de algún ejército invasor y estemos inscritos en más de una lista de odios irreconciliables. Es el precio de vivir en una esfera, en un mundo plano estas cosas no pasarían. ¿Y quienes son nuestros malos? Ahí quería yo llegar. Pues mucho me temo que tenemos que ir preparándonos para empezar a sospechar seriamente de Corea del Norte y de Irán, los dos son firmes candidatos a protagonizar infinidad de películas con el Rambo o el Van Damme de turno y oficio. Porque mucho me temo que Rusia, la eterna amenaza de los “hamburgueseros”, se va a quedar de “feo” de la película; o sea, ni para ti, ni para mi. Los rusos ya solo dan miedo en Eurovisión y a la puerta de un chalet de lujo. Pasen buen día, o malo, como prefieran.
A pasar buen díaaaaaaaaaaaaaaaaa