…comentarios los que faltan para lograr la cifra de 5000. Como anuncié en su día, habrá un sorteo con un buen premio para los que dejéis “huella” el día que lo consigamos. Lo anunciaré todos los días. ¡Suerte!
Buenos días hermanos. Llevo dos horas pensando en algo, no me sale nada. Me he probado todas las pelucas que tengo y no me inspiran ninguna historia. Creo que estoy bajo el influjo de la luna llena.
MAÑANA SERÁ OTRO DÍA.
El artículo de hoy
El climático también
Aprovechando que estamos de cambio, deberíamos revisar nuestro compromiso con el planeta de Al Gore. Pienso que con esto del cambio climático nos tenemos que poner todos un poco en serio. Yo, por ejemplo, empecé el lunes, como con la dieta. Y no lo hago por la casa que tengo en Murcia a pie de playa, no; además, el mío es un segundo piso, y dicen que el agua de los polos derretidos va a llegar solo hasta el primero. Que, por cierto, en el primero vive mi cuñada, y conociéndole como le conozco, no le va a hacer ninguna gracia que se le meta el mar mediterráneo el salón, con lo que es ella de ordenada. Reconozco que me cuesta acostumbrarme a lo del reciclaje, es complicado de narices, y hay que dedicarle tiempo. Algunos envases no se sabe si son de papel o de plástico, no sé si tirarlos al contenedor azul, o al amarillo. El otro día estuve una hora con el sobre de Nescafé en la mano, porque es como de papel, pero dentro tiene plástico, cogí un estrés en un momento que creía que me iba a dar algo. Al final, -con perdón- al de residuos orgánicos, al de toda la vida. Y con las latas, a veces, hago lo mismo, si se me queda el clásico berberecho agarrado al fondo de la lata, al de orgánicos y rápido, sin pensar demasiado, como cuando tiras el papel del chicle por la ventanilla del coche. Antes del cambio climático, vivíamos bien; me acuerdo de aquellos bolsones de basura de la época de Franco y después en la transición: con dos botellas de vino asomando, varios vasos de yogurt, el periódico, las zapatillas de tu padre, mondas de patata, un juguete roto, ropa vieja y una percha de madera. Y las sacabas cantando y con la cabeza alta, para que todo el barrio viera el poderío de tu familia generando residuos. Qué maravilla, eso si que era basura, y no como ahora, que sales de casa, con complejo de culpa, cabizbajo, y con tantas bolsas que parece que te vas de viaje. Pasen buen día.