Buenos días hermanos. Aquí estoy todavía, en la 202 del hotel, acabo de subir del desayuno.
¡Qué peligro tiene un vasco en un bufet!
Ves tanta oferta gratis que se te bloquea el sistema nervioso, y el ansia se apodera de ti. Me teníais que haber visto hace un rato. Parecía yo un disjokey en la tostadora;la mano izquierda controlaba dos tostadas y tres panecillos que giraban buscando bronceado, mientras la mano derecha hacía acopio de bollería fina. En la boca, un churro vivía sus últimos segundos como tal, y con la mirada de cazador de lípidos, había localizado unas palmeritas adolescentes con gabardina de chocolate que iba a ser mis próximas víctimas.
Al ir a sentarme, todos los ejecutivos de hotel, hipócritas del kiwi y el zumito, me miraban de reojo; mi plato parecía la escultura de la torre de babel hecha con masa de pan.
Me lo he metido todo en el organismo, porque para tragar todo eso, necesitas al organismo, el cuerpo se queda corto.
Y aquí estoy ahora, en la habitación del hotel, como el lobo que se comió a las cabritillas, arrepentido, hecho una bola. Le acabo dre llamar a Calvin Klein para preguntar por la capacidad elastica de la goma del calzoncillo, y me ha dicho que con un bollo más, la cedo para siempre.
En fin, que paséis buen día, yo me quedo un rato a ver si aligero el vientre antes de partir.
¡Felicidades a los leones por el triunfo de ayer!