Siempre me ha hecho gracia la frase de Tejero al entrar en el Congreso: “¡Quieto todo el mundo!”, la pronunció en el mítico 23 F. Y es que si hay un sitio donde la gente está quieta es ahí, joder, salvo la taquígrafa que mueve los dedos de arriba abajo como si matara pulgas, los demás, moverse, no se mueven muho, la verdad. Empezando así, no tenía mucho futuro el golpe.
Buenos días hermanos, hoy el día ha amanecido algo tarde, o he sido yo, no lo sé, el caso es que ya voy a remolque, persiguiendo al reloj. No puedo más que saludaros y colgaros el artículo de hoy. Un abrazo y que paséis buen día. Mañana madrugo, lo prometo.
Juegos de seducción
Antonio Rubio, vecino de Eibar, de mediana edad, empleado en el sector de la máquina herramienta y militante socialista desde que nació su abuelo, está más excitado que un adolescente con un catálogo de bragas. Sí, Felipe vuelve a casa, pero no es ese el motivo de su primavera emocional. Su mujer, Arantza Mendiola, de los Mendiola de toda la vida, le ha dejado entrever, por dos o tres comentarios desgranados en días anteriores, que está con ganas, que le apetece jugar. La parienta, como él la denomina cuando está en el txoko, ha dicho que este año va a dejar de votar a los de siempre, porque ya no le convencen, y claro, ahora >. Antonio siempre ha respetado la infidelidad ideológica de su señora, faltaría más, es una de tantas “familias mixtas” que hay en Euskadi. Pero, ahora, tiene una oportunidad histórica; en su cama duerme un voto suelto que puede ser decisivo para su Patxi, igual, podríamos estar hablando del voto que da la txapela. Antonio, consciente de lo que está en juego, tiene que intentar seducir a su mujer como lo hiciera hace veinticinco años, cuando se conocieron, poco a poco, sin asustarla el primer día. Tiene que conseguir que la decisión final la tome ella, porque si se lo pide directamente, fracasará en el intento. El sabe que tendrá que ceder en alguno de los terrenos que tenía conquistados desde hace tiempo; probablemente dejará de fumar dentro de casa, porque es algo que no le gusta a Arantza. Y el próximo jueves, día “sagrado” de la cena con la cuadrilla, igual se sacrifica y se queda en casa para cenar con su “novia indecisa”. Será una cena romántica, con velas y rosas rojas en la mesa, y después, pondrá un disco de “grandes éxitos de la música del cine” para bailar a lo pegado. Cuando suba la temperatura, se acercará al oído de su chica y le susurrará: >. Pasen buen día.