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Óscar Terol

Se abre el Terol

Por aquí resoplo

Buenos días hermanos, cual cetaceo varado en las playas del aburrimiento, os saludo con un resoplido, esperando a que suba la marea y me arraste el mar hacia sus adentros. A ver si me choco con un submarino atómico, o con un Iceberg. Joder, el polo se derrite, el océano se va a convertir en un gran gin-tónic gigante. En fin, siempre nos quedará la campaña electoral con sus… con sus… En fin, no nos queda más que rezar al dios de “que me quede como estoy”.

A pesar de mi estado, haré un esfuerzo ímprobo y esbozaré una mueca que se acerque a lo que entendemos por sonrisa.



¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡VENGA TEROL, QUE TU PUEDES!!!!!!!!

Y SIN HACERME COSQUILLAS EN EL PIE.

Mi sermón de hoy:

Los corsés de la libertad

Recientemente, gracias a los avances en la interpretación del mapa de genoma humano, se ha descubierto que hay un gen del voto al PNV. Este descubrimiento confirma las teorías que sostienen que el voto se hereda, al igual que la calvicie, la cara de susto, la afición por la pesca de río y las neuras. Contra los designios de la genética poco se puede hacer, los expertos recomiendan dejarse llevar y encomendarse a la tradición familiar. ¿Para qué sirven las campañas electorales, entonces? Para bien poco, porque además del voto de cuna y teta, existen otros muchos que están ya decididos de ante mano, calculo que el noventa y nueve por ciento. Tenemos el “voto sin revisar”, ése que corresponde a una decisión coherente que tomamos en las elecciones de mil novecientos ochenta y algo, y que seguimos manteniendo por inercia, como seguimos abonados al canal plus aunque veamos una película desde hace años. >. Un voto muy frecuente es el “voto al guapetón de turno”, aquí tenemos el archicomentado fenómeno de Garaikoetxea, que ha hecho que las urnas se tragaran miles de papeletas de EA, a lo largo de la libidinosa historia democrática. “El voto obligado”, sí, obligado por el recuento con la incómoda circunstancia de ser cuatro gatos en el pueblo y saber todos de qué pie cojea el vecino. “El voto inducido”, que viene a ser una variante del anterior; es ése voto que no lo decides tú, sino tu pareja, a base de mítines domésticos y sermones de alcoba. “El voto sorpresa”, que es cuando el marido, generalmente suele ser él, mete la papeleta en el sobre de la señora de, y ésta no sabe si está votando a Chávez, a López, o a Berlusconi. “El voto corte de mangas”, que le haces a tu querido esposo, dentro de la cabina como acto de rebeldía, o de despecho, para que escuche la urna lo que no te atreves a decirle a la cara. Viva el libre albedrío. Pasen buen día.

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Un espacio para el intercambio de humor. Por Oscar Terol

Sobre el autor


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