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Óscar Terol

Se abre el Terol

…buena cara

Buenos días hermanos. Mal día para volar cometas baratas, ¿eh? Que no deacaiga, joder, que tenemos que tirar para adelante como sea. Estamos en plena lucha contra los desanimadores y los cenizos, son más, pero no tienen nuestra fuerza, les falta, claro está, el ánimo. Ojo con los chupasangres disfrazados de buena causa, son los peores. No hay más bandos que los que siguen: los que dan, y los que quitan. ¡Nunca desanimar, nunca desmotivar a alguien que vaya luciendo la ilusión! Aunque joda la envidia. Vamos, que comiendo caliente tres veces al día, y pudiéndose uno conectar a internet, ser un cenizo es un pecado.

Joder que agusto me he quedado, y son tres tacos de nada, pero solucionan.

Al lío

A falta de sermones, otro:

¡Snif, snif!

Recuerdo la infancia como una época convulsa, una fase de experimentación constante a todos lo niveles que siempre se desarrollaba en el presente. No había futuro, ni pasado. Voy borrando datos, pero persisten algunos aromas, como por ejemplo, el de la crueldad de pantalón corto. Nos gustaba hacer llorar a otros niños, generalmente a los más vulnerables, presas fáciles. Me identifico perfectamente con los dos grupos, a mi también me sacaron las lágrimas en más de una ocasión. Hoy en día, observando la programación televisiva, compruebo que ese comportamiento infantil que busca evidenciar al débil y señalarlo para el regocijo de los aparentemente fuertes, constituye la filosofía, o la línea argumental de infinidad de programas. Voy a ser descaradamente concreto: Jordi González, el feriante, no descansa hasta que no logra ver moquear al invitado de la noche. Digo “feriante”, porque maneja una noria, que no se me entienda mal. El as de la manga, el estilete, o la chispa que desencadena el temblor de voz, la lágrima y el zoom de la cámara a primer plano, suele ser un vídeo, oportunamente lanzado, de contenido sensiblero, generalmente protagonizado por algún ser querido de la cobaya. Acto seguido, y tras esconder la mano que arrojó la piedra con un calculado juego de palabras, se le agradecerá al llorón, o llorona, por haber mostrado su “humanidad”. Tras el desfile de miradas compasivas de los que conocen el guión y la gran ovación del respetable, >, ya puede continuar el juego del escondite. Hay una corriente ideológica en los medios que atribuye veracidad a la expresión de las emociones. No estoy en desacuerdo, siempre y cuando sea natural, es decir, tan habitual como inesperado; que pudiera ocurrir hasta en un informativo después de mostrar una desgracia. Lo que me canta a “juego de niños” es la manipulación para ver llorar “después de la publicidad”. Pasen buen día.

A pasar buen día.

Temas

Un espacio para el intercambio de humor. Por Oscar Terol

Sobre el autor


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