Tres cartuchos le quedan al viejo, tres páginas al cuaderno, tres que ya son dos y pico. En lo que se lee el artículo, se toma un cafecito, y se lo piensa, se nos ha ido la mañana. Tres días que no van a servir para ganar los puntos perdidos, ya no da tiempo de reconducir el rumbo, la persiana del currículo anual está bajada, el escribiente acaba de estampar el sello de “Año vivido” a nuestro historial, y ya se está quitando las gafas bifocales. Como diría el romano “x” , que en latín más evolucionado quiere decir: . Lo que íbamos a hacer este año, ya lo hemos hecho, y lo que no, se queda para el siguiente. Así que este pellejito de días que nos queda colgando, tontorrón y postrero, lo tenemos que vivir sin miedo a la contabilidad moral. Propongo, y animo al personal a quemar todas las naves para llegar a la salida del uno de enero sin la nostalgia de lo que no se hizo, la más corrosiva que existe. Por supuesto que no será pecado ningún acto o pensamiento que se tenga durante estos tres cohetes de fin de fiesta. Tenemos bula papal, y la mirada cómplice de los obispos, tutores, jueces y madres superioras de todo el mundo. Siempre y cuando, toda acción sea de mutuo acuerdo, con personas adultas y en su sano juicio. Hágase un homenaje, permítase un desliz menor, arriesgue con un piropo directo, suéltese la melena y entone el . El miércoles por la noche, cuando esté tragando la doceava uva en compañía de los de siempre, todo habrá sido un sueño con cosquilleo, que usted podrá atribuir a las burbujas del cava. Ahora bien, si se mete en un lío gordo, tenga el buen gusto de no responsabilizarme a mí, ni me envíe la factura de sus abogados, haga el favor. A ver, vamos a dejar las cosas claras, que nos estamos haciendo ilusiones. Me refiero a darse un achuchón con su pareja, lo que está pensando usted yo no lo dicho, relea, relea. Pasen buen día.
