Prometí un espacio de humor el primer día, y me mantengo en la promesa aunque hoy no sea muy divertido lo que escribo. El sentido del humor, bien entendido, también nos permite lo agridulce y lo amargo sin necesidad de tener que renegar de su defensa.
Como colaborador de este medio de comunicación me siento como si fuera el trabajador número cincuenta y uno de la rotativa de EL CORREO, también serán en mi nombre mi nombre los comunicados, manifestaciónes, o acciónes cualesquiera, que se realicen en repulsa contra el atentado sufrido esta pasada madrugada.
Hay miles de puntos de vista y razones para criticar lo sucedido, tantos como personas libres de odio hay en Euskadi, para mí el principal motivo de rechazo, es la solidaridad con las personas que estaban allí trabajando. Debería bastar con esta consideración, argumentar más es agrandar el movimiento circular en el que estamos metidos desde hace mucho tiempo, y del que solo podremos salir cuando los objetivos vitales pasen primero por el crecimiento personal y no por el de los símbolos y las ideas. Gracias a Dios, ya hay mucha gente en esa dirección.
Aunque, en esta ocasión concreta, no puedo pasar por alto que la intención era destruir un medio de comunicación, EL CORREO, que me da la oportunidad de expresarme a diario, sin ningún tipo de limitación, salvo las que impone el respeto a los demás, logicamente. Independientemente de su linea editorial y de las ideas que puedan encontrarse en sus páginas, que tiene todo el derecho a elegirlas libremente, este periódico en su versión digital, ofrece la posibilidad de que cualquier persona, dando la cara, o bajo cómodo seudónimo, exprese sus pareceres, algunos, incluso, muy contrarios al medio y al personal que lo hacemos. No es esta la norma general de los medios en Euskadi. Y puede darse la caprichosa circunstancia, de que el tipo que ha dejado el paquete macabro, tenga además la opción de comentar la noticia de la explosión y justificar su acto, o mandarme a tomar por el culo a mí por decir que no estoy de acuerdo con sus métodos. Este hecho da un valor especial a EL CORREO, así como a cualquier otro medio que opte por abrir sus puertas. Merece la pena seguir.
Un abrazo para los que han sufrido.