Este grupo y esta canción reinaron en los 40 principales durante gran parte de 1983. Su estribillo pegadizo, sus guitarras trepidantes, un teclado dinámico y una gran batería adornaron una bonita melodía para convertir ‘El pistolero’ en un éxito contundente.
Fue y es un tema lleno de intensidad y pasión que nos subió la adrenalina a los que entonces tuvimos la oportunidad de ser contemporáneos de la banda madrileña y de la revolución que supuso su aparición. Un sonido a medio camino entre el pop-rock y la nueva ola de la capital desembocó en una gran creación, tan sencilla como vital que alcanzó la cima de la popularidad pese a que sus pretensiones iniciales eran modestas.
El potencial comercial de ‘El pistolero’ se vio confirmado con unas ventas extraordinarias, gracias a un nivel sonoro pocas veces alcanzado en la nueva ola que atravesó el pop español al principio de los ochenta. Eficacia musical sin igual, alcanzando el número 1 en las listas de la época gracias a la melancolía y la angustia que transmitía, a la medida tristeza de ese bajo que lo envuelve y a la voz rota de Agustín Jiménez. Pistones alcanzó la gloria por medio de ‘El pistolero’.
Con la producción del ‘tequila’ Ariel Rott sorprendió desde la primera vez que su vinilo fue pinchado por las emisoras. ‘El pistolero’, un pequeño collage que asimismo fue bien acogido en las pistas de baile, nos recordaba a The Clash. El descaro popero con el que irrumpió se vio recompensado con una repercusión mediática y su brillo nacional fue tal que Pistones estuvo en todas las televisiones y radios, algo que los descentró y les sometió a una presión y a una exigencia que lastró su futuro.
‘El pistolero’ es sin duda la canción más conocida del quinteto, imprescindible en todos los recopilatorios que se realizan sobre la música de aquella época. Incluso cuando está a punto de cumplir tres décadas sigue vigente. Aún es fresco, compacto, con gancho y contagioso, con estructura constante que constituye su mayor cualidad, además de contar una historia interesante.
Versa sobre el miedo ante la llegada de la muerte en forma de un pistolero, de la soledad ante el peligro por la cobardía del restoy de la determinación a cobrar cara su defunción, siempre consciente de que sus esperanzas son escasas.
El pistolero ha llegado ya a la ciudad.
Se ha apodado ‘El tuerto’, su profesión es matar.
El pueblo entero ha volado, nadie quiere salir,
en el salón el barman dejó ya de servir.
Y yo sé que esta vez sin duda viene a por mí…
algo tendré que hacer, sí,
acabaré con él.
Su risa es tan falsa como el Judas aquel,
su mirada la más fría que puedas conocer,
en su cintura más balas que todo un arsenal,
en su revólver más muescas que en la barra del bar,
es el más sucio y rápido en disparar.
Y yo sé que esta vez sin duda viene a por mí…
algo tendré que hacer, sí,
acabaré con él.
Él acaba de entrar por la puerta del salón,
con una señal me indica lo desgraciado que soy.
Ya sé que con el sherriff no se puede contar,
su lema es siempre la ley y para él no es legal.
Y yo sé que esta vez sin duda viene a por mí…
algo tendré que hacer, sí,
acabaré con él.
Sí, sí, acabaré con él.
Sí, sí, acabaré con él.
VERSIONES
En 2000 ARIEL ROT Y RICARDO CHIRINOS interpretaron ‘El pistolero’ durante un concierto.
El grupo catalán ESLABÓN PERDIDO incorporó este tema a su repertorio.
THE PRINGAOS también recuperaron este clásico del pop de los ochenta.
Agustín Jiménez (voz), Ricardo Chirinos (guitarra y voz), José López (teclados y voz), Juan Luis Ambite (bajo) y Ramón López (batería) se juntaron en Madrid en 1980 para formar PISTONES, nombre adoptado mezclando sus dos grupos de referencia: Sex Pistols y Ramones. Derramaron calidad desde sus primeras maquetas, también en sus singles iniciales, pero sólo se hicieron visibles para el gran público con ‘El pistolero’, a pesar de que firmaron un puñado de buenas canciones de pop refrescante y vital.
Pistones fue un conjunto de power pop basado en potentes guitarras que sucumbió al servicio militar. Su carrera se frenó durante su estancia en el Ejército y ya nunca recuperaron su popularidad. El parón de tres años fue determinante y el buen disco que sacaron una vez licenciados pasó prácticamente desapercibido. El Ministerio de Defensa debería haberles indemnizado.
Fue uno de los grupos de mayor categoría de los primeros años ochenta. Descaro, actitud y ganas fueron sus ingredientes. A ello se unió una calidad poco habitual en los primeros pasos de los conjuntos de aquella época. Canciones cortas, melodías marcadas, punteos de guitarra breves y líricas de lo cotidiano a lo generacional sustanciaron su éxito. Fue un éxito tan rápido como efímero. Sólo un verano en lo más alto de las listas y ochenta conciertos. Su estrella se apagó vestida de caqui.