La noticia del regreso de los hermanos Quijano a los escenarios es una buena excusa para incorporar a este blog una de sus canciones más emblemáticas. El calendario estaba encabezado por un 2001 cuando llegó a los mercados su disco ‘La taberna del buda’. Fue inmediatamente aceptado por los seguidores del pop español y vendió una cifra muy importante de copias.
‘La taberna del Buda’ es un claro ejemplo de la gran variedad de ritmos y estilos insospechados hasta entonces en la geografía popera hispana. Es una composición del sonido típico del grupo, con ritmos contagiosos y letras elaboradas en las que cuentan cosas, no tópicos. Puro sonido Quijano, mestizaje total.
Este tema refleja como pocos una historia de bares, de sus moradores, de sus costumbres, de su hábitat. Sensibilidad pura para describir un ambiente que todos conocemos pero que nadie lo dibuja como el trío leonés. Una historia completa. Su repercusión fue arrolladora y les obligó a protagonizar más de doscientos conciertos durante una gira de una longitud desconocida hasta entonces.
Nunca lo han reconocido en público, pero dicen que el Buda no es otro que su padre, que regenta un local en León.
Es un local de mala muerte
donde se juntan cada noche los de siempre,
se escriben guiones, novelas negras,
se escriben paginas de trucos y maneras.
Se abre la puerta, se hace la niebla,
entre los humos y perfumes alguien entra,
unos se miran, otros preguntan
quién es el tipo que parece el mismo buda,
quién es el tipo que parece el mismo buda.
En una esquina un presidiario,
justo en la barra enfrente hay un notario,
un separado con una viuda
hace pareja con la amiga de la viuda,
hace pareja con la amiga de la viuda.
Y hay un decano también, y un abogado también,
y un policía rodeado de ladrones,
y una princesa y una portuguesa,
que en nada quedan si se quitan los tacones.
Y hay un decano también, y un abogado también,
y un policía rodeado de ladrones,
y una princesa y una portuguesa,
que en nada quedan si se quitan los tacones.
Un matrimonio bien avenido,
a sólo un metro la querida del marido,
el bien tranquilo disimulando,
ella pendiente porque ha visto un viejo amigo,
ella pendiente porque ha visto un viejo amigo.
Hay tres banqueros, van con corbata,
están casados, los anillos bien guardados,
tres italianas no se recatan,
se echan a suertes a los tres de la corbata,
se echan a suertes a los tres de la corbata.
Y hay un decano también, y un abogado también,
y un policía rodeado de ladrones,
y una princesa y una portuguesa,
que en nada quedan si se quitan los tacones…
Los hermanos Manuel, Oscar y Raúl Quijano, reunidos en trío con el nombre de CAFÉ QUIJANO, comienzan su carrera artística en 1996, pero su reconocimiento tardó dos años. Es en 1998 cuando de repente cosecharon el reconocimiento de crítica y público. Ese año llegaron a ofrecer más de cincuenta galas sólo en la península.
Su fama de honestidad musical se refrendó un año más tarde con su segundo trabajo discográfico, un claro ejemplo de eclecticismo en su todavía corta trayectoria por aquella época. Con ese vinilo cruzaron el charco y extendieron su éxito a Latinoamérica. De hecho Café Quijano pronto obtuvo el premio al mejor grupo de los Grammy Latinos.
2001 fue el año de su confirmación, gracias en gran medida al tema que glosamos hoy, que rompió todos los registros y convirtió a los Quijano en uno de los grupos referentes del pop-rock latino en España y fuera de sus fronteras.
Dos años más tarde, el cansancio de cinco años intentos pasó factura a Café Quijano. Su último trabajo discográfico hasta el momento no alcanzó la cotas de los anteriores pese a contar con grandes colaboraciones como las de Celine Dion o Joaquín Sabina.
Se separaron en 2007. Manuel, el mayor de los tres, lanzó su primer trabajo en solitario con el nombre de Quijano.
Ahora han optado por reunirse para reemprender lo dejado en la orilla del camino tras años de pausa. Vuelven de la mano de boleros.