Está la pobre infanta Cristina meditando y toda España discutiendo si debería bajar la famosa cuesta del juzgado de Palma en coche o a pie… y digo yo: visto que no le obligan a nada -faltaría más-, que podría decidir ella lo más oportuno: bajar en moto.
Una modestita, para que luego no digan; y, ya puestos, conjuga la rapidez de paso con una ligera exhibición al populacho ansioso de carnaza. ¿No?
Y dado el carácter motero del inflexible juez Castro, a lo mejor hasta le mira con otros ojitos.
Incluso podría acompañarle su amante marido, al que también le va la marcha, incluso llevándola de paquete, como dice que le ha llevado por los procelosos mares del emprendimiento solidario.