Se acaba el Ramadán, y con él las fiestas y las noches de alegría -y la abstinencia desde la salida a la puesta del sol, claro. Pero quedémonos con la fiesta y con el riesgo; no sé qué me da mas miedo: la moto oxidada, la madera mal atornillada o la impasibilidad del rostro del piloto. Sangre fría, no… helada; pero, arte y figura, no olvida el gesto circense de la mano.
Al final, da que pensar si esos hierros que pueden arreglarse a martillazos no son más fiables para algunas cosas que los prodigios de tecnología que se ven por ahí.