Esto de llevar un blog a veces da grandes satisfacciones.
Os cuento: Hace año y pico colgué un post sobre el aniversario de la DGT e incluí una foto preciosa de un desfile de los motoristas de la Guardia Civil de Tráfico, a caballo de sus Sanglas. Utilicé un tono irónico del que ahora me arrepiento un poco, porque he visto que hay gente muy maja en el entorno, pero ya sabéis cómo son los recursos literarios y el tópico motero-guardia civil da para mucho.
Pues resulta que primero un comentarista me identifica a los motoristas y autoridades que salen en la foto, y luego, hace unos días, el hijo de uno de los jinetes encuentra ahí esa imagen de su padre, que yo había obtenido de nuestras bases de datos, concretamente de la riquísima de ABC. No me he podido resistir ante la chispa y se la he enviado para que haga una copia decente y la cuelgue como recuerdo del salón de su casa o de donde quiera, que para eso era su padre.
Hoy, hace un rato, otra de sus hijas me agradece la imagen, que se ha movido entre la familia y, como gesto, me envía la foto que está ahí arriba: la foto que su padre hizo de su moto, llena de heridas, compañera de miles de horas, con el logo descolgado, el tubarro abollado… Como quien retrata con cariño a su perro que se ha hecho viejo, a un abuelo lleno de arrugas…
Es una máquina, pero tiene alma. Se me caen las lágrimas casi.
Gracias, Carmen.