De nuevo nuestro psicólogo de cabecera, el bretón Nicolas Guéguen, nos a revelar uno de esos comportamientos de nuestra especie que, de lo habitual que es, ha interesado a muy pocos científicos. Un toque sutil, una suave caricia de uno o dos segundos en el brazo o en el hombro de la persona con la que hablamos intuimos que, de alguna manera, la pone a nuestro favor. Guéguen cuenta, basándose en investigaciones ya publicadas, que cuando se pide una moneda junto a una cabina telefónica para hacer una llamada importante, el 63% nos la dará pero, si tocamos ligeramente el brazo de a quien se la pedimos, el favor nos lo hará el 96% de las personas. O si se pide la firma en un documento para alguna iniciativa ciudadana, se puede pasar del 55% al 81% con una simple caricia en el brazo (aunque, supongo, también influye para qué pedimos la firma). Y Guéguen, como casi siempre, se pregunta si esto del toque suave también funciona entre hombres y mujeres y, en concreto, si una brece caricia de una mujer en el brazo de un hombre influye en el comportamiento posterior del hombre respecto de esa mujer.
Los participantes son 64 hombres, poco voluntarios en este caso puesto que no se enteran de que están inmersos en un experimento, de 18 a 25 años, que se sientan solos en una terraza de una cafetería en una ciudad de Bretaña en julio de 2006. La chica que les va a acariciar tiene 20 años y ha sido seleccionada como atractiva por la votación de 18 jóvenes de su edad. Va vestida como cualquier chica de su edad en verano, es decir, vaqueros y camiseta.
Una vez que la chica ha localizado al chico que se sienta solo en la terraza del bar, ella se sienta en una mesa cercana y comienza a jugar con su llavero e intenta meter en él otra llave. No puede y le pide ayuda al chico de la mesa de al lado. El chico la mete con facilidad y le devuelve el llavero a la chica, está le da las gracias, sonríe y le acaricia el brazo por uno o dos segundos si toca, pues hay chicos control con los que sigue exactamente todo el proceso excepto la caricia.
A todo esto, en un banco público de la acera de enfrente está sentado un miembro del equipo investigador, o sea, supongo que Nicolas Guéguen. Va a cronometrar el tiempo que tardo el chico en acercarse a la chica después de las gracias, la sonrisa y la caricia o, en su caso, de lo mismo pero sin caricia. Y si el chico no se acerca, apunta el número de miradas que echa a la chica y cuanto duran las miradas. A los diez minutos, la chica se levanta, se va y se acaba el experimento.
Veamos los resultados. Con toque, 11 de 32 chicos se acercan a la chica, el 34.4%; sin toque son 5 de 25, el 20%. Ya ven, la caricia anima mucho. Además, los11 chicos con caricia tardan una media de 30 segundos en ir a la mesa de la chica mientras que esos 5 sin caricia necesitan más de un minuto para animarse.
Y los que no se arriman y solo miran también presentan diferencias: con caricia miran una media de 13.41 miradas frente a las 10.87 miradas de los sin caricia. Pero, además, hay una diferencia importante en la duración de las miradas: 6.28 segundos de media con caricia y 3.96 segundos sin caricia.
En fin, es evidente que Guéguen tenía razón: la caricia de una chica guapa en el brazo de un chico cambia la conducta de este respecto a la chica acariciante. Quizá porque debe o quizá porque malinterpreta el educado agradecimiento de la chica. Quién sabe.
*Guéguen, N. 2010. The effect of a woman’s incidental tactile contact on men’s later behavior. Social Behavior and Personality 38: 257-266.